Coloqué el bastón entre mis piernas y me permití ver el cielo estrellado inclinando mi cabeza hacía arriba. Cada una de ellas se mostraba cerca o lejos de otras de sus semejantes por lo que podrían parecer centímetros, pero en la realidad eran miles de kilómetros entre una y otra. Parecía solitario, pero era mejor, porque al juntarse demasiado podrían colisionar y destruirse.
Parecía una buena analogía para las relaciones humanas también. Bajé la cabeza, dejando la bonita vista de la noche hasta lo último en mi cabeza.
Aren se puso a mi lado.
—Parece que finalmente aprendiste a callarte, príncipe.— Dije con voz cansada, con la mirada en la maleza fresca recién cortada y regada debajo de mis pies.
—Solo respeto que no quieras hablar conmigo, Milenka.— Dijo con voz baja. Se acercó un poco más y se arrodilló cerca de mí.—No podía seguir presionándote más.
—Ya te dije que no hay posibilidad de nada, Aren.— Desvié la mirada. No quería ver esos engañosamente sensibles ojos verdes.
— No lo creo.— Tomó mi mano.— Solo tienes miedo, Milenka y quiero que sepas que soy sincero con mis intenciones. Incluso si quieres que espere más tiempo o que siga detrás de ti hasta que quieras dar la vuelta y verme. Ahí estaré.
—Aren, yo...— Dudé.— No estoy segura de que...
Levanté la taza de té de manzanilla frente a mi y me la lleve a los labios.
A pesar de ser consciente de estar viendo la superficie de cedro barnizado de la larga mesa de conferencias y que el otro lugar, en los asientos vacíos frente a mí, las botellas de agua estaban distribuidas en una hilera y en medio de ellas una pequeña bandera de su país, enfrente de la nuestra.
Estaba en espera del nuevo presidente de Skarret con su séquito y mi cabeza seguía distraída, mi mano sobre la pluma que empujaba por los papeles de los documentos con los dedos.
Había cinco personas además de mi en la habitación.
Michael Lage, el secretario de defensa nacional.
Enys, mi secretaria personal.
Janes Krebs, el embajador de relaciones exteriores de Dimark.
Tom Fey, el jefe negociador.
Magnes Espersen, la jefa legal del país.
Michael y Janes se encontraban sentados a cada lado de mi, ambos manteniendo el silencio durante la espera, ocasionalmente uno u otro pasaba las hojas de sus propios documentos, revisandolos y preparándose en caso de intervención.
Tom Fey y Magnes se acercaban lo más que podían entre ellos y acordaban en voz baja los asuntos que mencionaría cada uno y las consideraciones finales. El hombre de tez caucásica y escaso cabello, se llevaba un pañuelo a su frente cubierta de sudor cada pocos minutos, visiblemente nervioso por el asunto debajo de la mesa que escondíamos y podía arruinarlo todo. En cambio, Magnes se mantenía tranquila lanzando de vez en cuando miradas escrutadoras a Michael Lage, como si tratara sondearlo.
Los había visto compartir palabras momentos antes de entrar, pero no había escuchado nada. La señora de sesenta y tres años de edad y el hombre de cincuenta años de edad parecían tener algún tipo de información extra que los hacía ver tan relajados.
Desviando un poco mi atención me encontré dirigiendo mi atención en el secretario de seguridad nacional, quien había ascendido desde el puesto de guardaespaldas en el palacio. Hasta dónde sabía había sido cercano a la madre de Aren y fue reconocido por el mismo Klaus Ostergaard, por lo que pensé en un principio que estaría de parte de ellos.
ESTÁS LEYENDO
Misión: Rescate. Contratiempos: Elegir. (IV libro)
RomanceLe habían dicho a la reina Ostergaard que la soñaron en una isla en medio de una elección entre un tiburón y un ave, pero, ¡No pensó que sería literal en una isla! Milenka Ahmad había elegido a Erik Ostergaard después de que las cosas salieran muy m...