Ginevra Romano
— ¿Y cuánto más planeas ausentarte? — Mi madre, Alessandra Romano preguntó del otro lado de la línea.
—No lo sé, mamá.— Respondí doblando la esquina y luego llegando a las escaleras para descender hasta el comedor. Eran las diez de la mañana y ya tenía hambre, sino comía pronto mi humor se enturbiara significativamente.— He estado ocupada estos últimos días.
—¿Ocupada detrás de Enoch Ostergaard? — Mamá preguntó.— Recuerda que tu padre volverá en dos semanas de su viaje de negocios y si no te encuentra en casa...
—Lo sé, mamá. Lo sé.— Dije llegando al último escalón y bajandolo, sujetándome del barandal. Mis mocacines negros de cuero aparecieron en mi campo de visión y las medias en mis piernas. Hoy había elegido una falda de pretina alta con el largo por encima de mis muslos con una blusa blanca de mangas francesas, llevando la contraria a la caja de ropa que llegó esta mañana a mi habitación.— Pero creeme cuando te digo que no tardaré en anunciar mi noviazgo con Enoch.
Mi madre suspiró.
— ¿Y por qué él? En mi opinión, Enoch Ostergaard es el que más se parece a su madre. Falto de iniciativa por la vida y además, no buen carácter como para...
— ¿Buen carácter? Mamá, si de algo estoy segura en la vida es que no quiero casarme con un hombre que sea igual a papá. No hay manera en que pase mi vida entera obedeciendo y teniendo que tener las alertas en mi cabeza todo el tiempo para no ser tragada viva por las manipulaciones y la inteligencia de un hombre despiadado.— Había visto de primera mano lo vulnerable que estaba mi madre con él. Yo siempre consideré a la mujer que me dio la vida como fuerte, pero eso nunca era así cuando mi padre estaba cerca.
Mi madre originalmente estaba casada con el hermano de mi padre y él lo mató para poder quedarse con ella. Papá era desalmado y yo no quería vivir mi vida con un hombre así.
—No estoy refiriéndome a eso.— Mi madre respondió sin molestarse.— Pero Enoch Ostergaard me parece peligroso. Si no puede controlar sus emociones, va a terminar causando mucho daño. Solo quiero lo mejor para ti y no considero que él sea esa opción. Está bien si no quieres a alguien cómo tu padre y yo apoyo tu decisión, pero hay mejores opciones.
— ¿Cómo cuáles? — Pregunté viendo las puertas del comedor y dirigiéndome ahí.
— Cómo Conrad Carswell, por ejemplo.
Me detuve en seco y luego me reí.
— Debe ser una broma.— Dije.
—Conrad tiene unos modales excelentes y es muy respetuoso. Ambos tienen la misma edad, pero él ya ha terminado una maestría y tiene un buen temperamento. Conocemos a los Carswell y son una buena familia, así que creo que...
¿Conrad Carswell tenía buen temperamento? Todo lo que mi madre estaba diciendo era solo la mentira que él le hacía creer a todo el mundo. La mentira de su amabilidad y sus buenas maneras, pero era el diablo mismo. Lo único cierto era su coeficiente intelectual muy por encima de la media y su facilidad para hacer cualquier cosa que quisiera, pero aún así no estaba dispuesta a escuchar tal ridiculez por más tiempo.
— Lo siento, madre.— La interrumpí bruscamente, entrando al comedor y viendo la figura de Enoch en una de las sillas.— Te llamo después.
El tercer príncipe Ostergaard estaba tomando el asiento principal, en una de sus manos sostenía su teléfono celular y en la otra estaba jugando con la cuchara de su desayuno. Parecía ser un día sin mucho en su itinerario por la camisa básica azul marino que llevaba puesta y los pantalones de algodón holgados de color blanco con mocasines negros que usaba.
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Misión: Rescate. Contratiempos: Elegir. (IV libro)
RomanceLe habían dicho a la reina Ostergaard que la soñaron en una isla en medio de una elección entre un tiburón y un ave, pero, ¡No pensó que sería literal en una isla! Milenka Ahmad había elegido a Erik Ostergaard después de que las cosas salieran muy m...