Especial: ¿Por eso no me mataste?

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—Cómo sea.— Mikhail dijo en la puerta.

—¿La ves cómo mujer? ¿A Viveke Ostergard? — Kozlov preguntó. Me agité, quería salir para evitar que siguiera hablando, pero uno de los hombres de Kozlov me tenía firmemente sujeta con su mano sobre mi boca. Solo podía escuchar.

—No, ni la vería así nunca.— Respondió.— Es la prima de mis hermanos, es parte de mi familia. Lo único que tengo que decir es que no cruces la línea con ella, Kozlov. No me gustaría que me metieras en una situación en la que me vea obligado a actuar.— Abrió la puerta.— Es molesto.

Mikhail se fue y Kozlov se puso de pie para acercarse a la puerta detrás de la que estaba. Me vio desde arriba con su estúpida sonrisa burlona y luego se agachó, tomando mi barbilla.

— ¿Escuchaste? — Preguntó.— No te quiere, Viveke. No le importas lo suficiente para pensar que podrías estar pasándola mal o tal vez una parte de él lo sabe y aún así no le preocupa. Que triste.— Pasó su pulgar por mi mejilla mojada.— Cuando quieras consuelo, solo tienes que venir.

Desvié el rostro.

Maxim Kozlov se rió, satisfecho de haberme lastimado una vez más.

***

La noche estaba enfriando mis huesos, pero no tenía nada más que hacer que estar sentada en la azotea, colgando mis piernas por la orilla y observando cómo se movían los árboles con el viento.

Sabía que algo grande estaba por pasar y que esto no era más que la calma antes de la tormenta, pero tenía una sensación de indiferencia como la que tendría cualquier animal metido en un problema de humanos. El resultado que fuera, no podía hacer nada para cambiarlo.

Uno de los hombres de Kozlov estaba detrás de mí, se había convertido en una sombra desde que él ruso descubrió que me había encontrado con Mikhail cuando estuvo aquí, así que aunque tuviera una relativa libertad, no era más que una manera de decir que dejaba salir a la mascota a pasear con supervisión encima.

No importaba.

Doble mi brazo para peinar mi cabello, ignorando el ligero dolor que había por la punción que me habían hecho. De hecho, también había estado mareada los últimos días desde que Kozlov me sacó un paquete de sangre sin ninguna explicación a pesar de que me había desmayado al menos dos veces durante la extracción.

¿Para qué necesitaba cuatrocientos mililitros de mi sangre en medio de la nada? No lo sabía, pero por su culpa desde entonces apenas podía moverme sin sentirme mareada.

La puerta se abrió y los pasos pesados del ruso se acercaron hasta ponerse a mi lado. No volteé a verlo, esperando a que me llamara la atención o me ordenara que volviera, disfrutando de lo último del atardecer antes de tener que volver a la habitación, pero contrario a lo que pensaba él se sentó a mi lado. El olor a tabaco mezclado con el de hierro a sangre acarició mis sentidos y el alcohol proveniente de la botella que puso Kozlov entre nosotros.

— He terminado aquí.— Él dijo.— Mañana verás a tu hermano.

— Está bien.— Respondí y me abracé por una repentina rafaga de aire helado.— ¿Debo volver a la habitación?

—No.— Kozlov dijo.— Quédate.

—Bueno.— Me encogí de hombros y me quedé en silencio con la mirada al frente, pero por el rabillo del ojo pude ver que no había traído un vaso junto con él y que estaba tomando directamente de la botella vodka puro.

— ¿Algo salió mal? — Le pregunté.

—No.— Kozlov dijo.— Todo parece ir según lo planeado.

Misión: Rescate. Contratiempos: Elegir. (IV libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora