Capítulo 37: La naturaleza de Aaren Ostergard.

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Aren se había lanzado a las órdenes en cuanto salimos de la mansión de la tejedora, dejándome en el asiento trasero y comunicándose de emergencia con el Secretario de Seguridad Nacional para que se activaran todas las alertas, los antimisiles y los pilotos se prepararan en caso de ser necesario.

Cuando llegamos al aeropuerto Aren seguía recibiendo llamada tras llamada. Lo vi a través del rabillo del ojo, todavía aturdida por la información que habíamos recibido, pero no solo eso, si no que seguía procesando la primera llamada que había hecho a alguien dentro del palacio para que se llevara a las princesas a un lugar seguro.

Retorcí mis manos nerviosa cuando nos detuvimos cerca de la pista personal y miré mi reloj.

Ya eran las once en punto en Dimark.

Miré a Aren mordiéndome el labio y una sensación aún peor me llenó cuando vi que su expresión se oscureció.

Me acerqué y puse una mano en su muslo, la pregunta en mis ojos y el miedo en mi garganta. No quería interrumpir su llamada, pero no saber lo que estaba pasando me estaba matando.

Aren capturó mi mano y la entrelazó con la mía. Por treinta largos minutos solo pude hacer eso para calmarme hasta que él bajó el teléfono celular con un "Voy a abordar, resuelvan el resto".

— Aren...— Comencé.

— Están bien.— Él dijo, besando mis nudillos.— Se pudo interceptar la mayoría de los misiles antes de que estallaran, pero la zona este de la ciudad no estaba tan bien cubierta y sufrió parte del ataque. Las niñas están bien en palacio y se mantendrán las alertas encendidas por el resto de la noche.

Sentí que el alma me volvía al cuerpo y solté el aire que había estado reteniendo.

— Ven.— Aren dijo, tirando de mi mano.— Tenemos que volver.—Asentí y lo seguí fuera del automóvil. Ambos nos dirigimos al avión y él me hizo entrar primero, manteniendo su sujeción por mi cintura.

Una de las sobrecargo de vuelo ya tenía un cambio de ropa para cada uno, los tomamos y nos cambiamos de ropa, eliminando todo rastro de cuero y volviendo a nuestra realidad de forma abrupta.

Salí ajustando el cinturón delgado de mi pantalón negro y luego caminé hasta el asiento frente a Aren. Él ya sostenía una tablet, leyendo los informes que le hacían llegar al dispositivo y los mensajes de los diferentes hombres que lo mantenían al corriente de lo que pasaba en el país.

Desde mi posición lo observe en silencio. Los mechones de su cabello se habían desordenado, algunos cayendo hacía su frente, sus ojos estaban fijos en el trabajo y sus labios permanecían tensos en una línea por la estresante y nueva situación.

— ¿Vamos a entrar en guerra? — Pregunté.

— No lo sé.— Aren dijo.— Voy a exigir una explicación y pedirles que respondan por lo que hicieron. Ese es el plan hasta el momento.

Asentí.

— Están respaldados por Estados Unidos, ¿No es así? — Pregunté.— Sobre lo que sucedió en la gala, me pareció por un momento ver a ambos presidentes en una charla de apariencia seria.

—Quieren recuperar parte del poder perdido forzandonos a iniciar una guerra y llevando a nuestros aliados a problemas. Si bien lo que esperan es que retrocedamos a las restricciones impuestas, están equivocados. Incluso si Skarett quiere guerra, encontraré la manera de detener sus deseos antes de que afecten más al país.— Él dijo.

— Está bien.— Desvié la mirada sin tener la necesidad de saber más.— Confío en ti.—Y era cierto, me daba cuenta apenas que tenía tiempo que no necesitaba saber cada cosa que él hacía, ni sobre las decisiones que tomaba.

Misión: Rescate. Contratiempos: Elegir. (IV libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora