Capítulo 30: Son libres de marcharse.

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Hacía frío, me sentía sola y aturdida manteniendo una mano sobre mi abdomen con la mirada en el techo del área de quirófano en el hospital. Nunca extrañé tanto a Erik cómo en ese momento, en el que la ansiedad se agitaba en mi pecho y hacía tan abrumador todo lo que me rodeaba.

Tenía muchas ganas de girarme en la cama como camarón y ponerme a llorar porque no me sentía lista para enfrentar este momento sin él.

Cerré los ojos ya tapizados en agua lista para ser expulsada y me resistí a comenzar a llorar en ese momento, en el que tenía que ser fuerte para mi y para mi hija.

La puerta de quirófano se abrió y pensé que serían los médicos, restándole importancia en mi cabeza hasta que una mano tomó la mía. Abrí los ojos, encontrandolos con los de Aren. La preocupación en ellos era tan real que mi pecho se apretó.

— ¿Qué haces aquí? — Le pregunté con voz ronca.

— Estar aquí.— Él respondió, levantando mi mano y depositando un suave beso en mis nudillos. Desvié la mirada, pero no le dije que se marchara.

Estaba tan abrumada emocionalmente que sentí alivio por su presencia y aunque no me digné a verlo a la cara, me aferré a su mano.

Y no lo solté.

***

— Ya es hora, majestad.— Mi secretaria dijo, interrumpiendo mi línea de pensamiento mientras golpeaba la parte trasera de la pluma contra los documentos que había estado leyendo.

Durante el transcurso de la mañana habían llegado las doce invitadas y me había dado a la tarea de recibirlas personalmente y llevarlas a sus respectivas habitaciones. Revisé el resto de los preparativos y me aseguré de mantener todos los detalles revisados. Mi cabeza había estado llena de expectativas sobre la cena desde que me había despertado, por eso no entendía cómo era que me había puesto a recordar el pasado momentos antes.

¿Sería porque se acercaba el momento en el que Aren tomaría esposa?

Había sido conocido por ser un mujeriego por más de cinco años y por esa misma razón había pensado que no tardaría mucho en buscar a alguna mujer y casarse con ella, pero eso no había pasado en los últimos tres años. No sabía si era por el periodo de luto o que no solía tener mucho tiempo, pero Aren se había mantenido tan quieto en este tiempo que terminó suscitando rumores de todo tipo y la preocupación cada vez más marcada de los nobles con respecto a la línea sucesoria.

A pesar de sus intentos por mantener a Aasiya como la princesa heredera, las ideas conservaduristas mantenían una fuerte oposición, sobre todo porque no estaba en línea directa por ser hija de Erik.

Casarse me quitaría la mitad del poder como reina y tener a un varón me ganaría el boleto para regresar con mi hermano, porque entonces le retiraría todo el peso de nacimiento a mis hijas y ya no serían consideradas para la sucesión a menos que su hijo muriera.

Giré el anillo de matrimonio en mi mano, una costumbre ya arraigada en mis movimientos con la perspectiva del futuro en mis pensamientos.

Aasiya podría elegir libremente lo que quisiera hacer con su vida y se libraría de todas las reglas y responsabilidades de la corona. Podría de esa manera buscar su propia felicidad sin pensar en el país primero y ya no estaría bajo amenaza de muerte solo por existir. Para mi, esa era la mejor de las alternativas en este momento.

Por eso nada debía salir mal desde el principio.

Me puse de pie y tomé mi teléfono celular, guardandolo en el bolsillo de mi vestido para comenzar a caminar hacía el comedor. Antes, por la tarde me había preparado eligiendo una prenda color verde bosque con un cinturón marrón en la cintura y unos zapatos de tacón bajos, el cabello lo llevaba suelto y como el cuello era alto solo me había puesto un collar discreto con aretes circulares del color del vestido.

Misión: Rescate. Contratiempos: Elegir. (IV libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora