Capítulo 5: ¿Lo prometes?

113 15 1
                                    

Sal.

Tenía la boca cubierta con el sabor de la sal.

Me ardían los ojos y sentía los párpados pesados. Tosí y mi cuerpo se sacudió con el nuevo esfuerzo, de nuevo me sacudí y sentí el agua atascarse en mi garganta. Sentí que era puesta de lado y pude volver a esforzarme. Jadeé y traté de respirar, pero no podía, no sin antes expulsar el agua.

Me golpearon la espalda, un esfuerzo más y el sabor salado se siguió extendiendo por mi lengua al salir de mi boca y soltarlo.

—Está bien, mi vida.— Sentí que un par de brazos me rodeaban. Estaban mojados y yo también me sentí igual.— Respira, inhala.— Obedecí.— Exhala. Inhala.— Temblé.— Exhala.

Erik repitió su orden hasta que notó que comenzaba a tomar conciencia, entonces se separó y limpió el exceso de agua de mis ojos.

—Mirame, Milenka.— Dijo y lo hice. Me costó jalar mis pestañas hacía arriba, pero logré que el sol golpeara mis pupilas y después bajar mi atención hacía él, a sus ojos verdes que me examinaban con preocupación.— ¿Te duele algo? — preguntó.

—No, estoy bien.— Respondí, colocando mis manos en sus muñecas.— ¿Qué pasó?

—Que el avión fue tomado por terroristas.— Una voz diferente, la de Aren sonó a un lado y me giré hacía él para verlo de pie en la arena, tapando el sol y extendiendo sus brazos a ambos lados con una sonrisa cínica en sus labios, su cabello corto y rebelde estaba mojado cayendo sin orden por ningún lado.— Y afortunadamente para ustedes, soy piloto.

Erik sonrió, pero a mi no me pareció tan divertido.

— ¿Y el avión? — Pregunté buscándolo entre la arena o en la selva a mi espalda, pero no pude ver nada más que eso y las olas del mar que golpeaban bajas contra la orilla, retrayendose y luego volviendo a empezar.

—Se hundió.— Dijo Erik, poniéndose de pie y señalando tres mochilas que estaban en la arena.— Tenemos que hacer un inventario de los recursos que logramos sacar del avión y planificar nuestros próximos movimientos.

Levanté la mirada al cielo y vi que el sol estaba más cercano al oeste. No quedaba mucha luz del día y a pesar de que todavía me sentía corporalmente pesada y mi cabeza no terminaba de entender qué era lo que estaba pasando, mi cuerpo se movió primero para colocarme en una posición de gatas porque no me veía capaz de ponerme de pie y me desplacé con mis manos todavía mojadas por la arena caliente y con mis piernas, sintiendo el tirón incómodo de mi pierna mala cada vez que la forzaba a avanzar, pero no creía que mi bastón se hubiera salvado de terminar en el fondo del océano.

—Busquemos sombra.— Dije, tomando una de las mochilas y llevándola a mi espalda. No podríamos permitirnos el lujo de revisarlas en pleno sol y perder agua que después necesitariamos.

Mi cabeza comenzó a funcionar con fría lógica y me concentré en ello cuando Erik me ofreció su mano para ayudarme a ponerme de pie después de colgarse otra mochila a su espalda y Aren pasó a tomar la suya para adelantarse hacía la sombra que ofrecían las palmeras más superficiales a la playa. No dijo nada y sus pasos fueron seguros sin detenerse con nosotros en ningún momento.

—¿Y tú? — Le pregunté a Erik, tratando de no dejar todo mi peso en él y solo apoyarme para caminar detrás del primer hermano de los Ostergaard.— ¿Estás bien?

—Si, estoy bien.— Dijo, pegando su cabeza con la mía.— Casi se me fue el corazón cuando no reaccionabas, pero ahora estoy bien.—Sonreí de lado y apreté su brazo. Me gustaba mucho cuando se preocupaba por mí.

Llegamos a la sombra, dónde había un conjunto de rocas, arena y algas secas dónde Aren ya había bajado su mochila y la había abierto, comenzando a dejar las cosas en el suelo para inspeccionarlas.

Misión: Rescate. Contratiempos: Elegir. (IV libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora