Especial: ¿Te divertiste usándome?

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Ginevra Romano

Era incómodo comer con los anteriores reyes de Dimark en la misma mesa, sobre todo porque no estaba acostumbrada a ver el lado suave de Klaus Ostergaard, quien era temido y hasta cierto punto odiado por sus hijos.

Angelique Ostergaard tenía el cabello recogido en un moño alto y su cuello largo estaba adornado por un collar de esmeraldas y diamantes, era pequeño, pero aún así llamativo y muy hermoso. La ex reina del país de Dimark había sido parte de una selección para ser la pareja del entonces príncipe, pero también había sido su guardaespaldas encubierta y al final fue quien se quedó con él, pero yo no lo llamaría destino o coincidencia.

Conocía a los hombres como Klaus, sabía de lo que eran capaces cuando se encaprichan con algo, cuando se obsesionaban con un objetivo y hacían hasta lo imposible por tener a sus presas bajo su control. Él ex rey tenía esa mirada —la misma que mi padre le otorgaba a mi madre— cada vez que veía a su esposa, pero Angelique no era como mi madre.

Ella nunca se daba cuenta de nada o de lo contrario no estaría tan relajada, teniendo un buen desayuno cuando dos de sus hijos estaban desaparecidos y probablemente muertos.

Levanté el vaso con agua frente a mí y me lo llevé a los labios, observándola por el rabillo del ojo y a la pequeña princesa que sostenía en su regazo. Aasiya Ostergard había estado a cargo de sus niñeras, pero en cuanto ella llegó, tomó a la pequeña cómo su protegida y no la soltó en ningún momento. Angelique era muy maternal, manejando a la pequeña princesa entre sus brazos, mientras esta se entretenía con la comida o los cubiertos, ignorando la mirada de fastidio que su abuelo le dirigía de vez en cuando.

Klaus odiaba a la niña, eso era muy obvio. ¿Sería por sus resentimientos con la reina? No era ningún secreto entre la familia real que el ex rey de Dimark y Milenka Ahmad no se toleraban, pero ese no era mi drama, ni mi asunto. Desvié mi atención hacía el asiento vacío de Enoch, preguntándome porque se estaba ausentando tanto.

Conrad estaba a un lado de la reina, frente a mí y parecía aburrido, moviendo su tenedor por el plato de frutas, pero sin llevarse ningún bocado a la boca.

— ¿Hay algo qué te desagrade, Conrad? — La reina preguntó hacía su sobrino.— Puedo pedir que te preparen algo más si no es de tu gusto.

—Esta bien.— Conrad sonrió con propiedad a su tia.— No necesito nada más, gracias.

— Adele me dijo que estabas planeando estudiar otra carrera.— Angelique dijo, su expresión limpia y la inocencia en ella le daba un aire muy juvenil.— ¿No crees que es demasiado pronto? Puedes tomarte un descanso.

— Quería hacer el doctorado en física y en biotecnologías, pero mi madre me dijo lo mismo, pensé que estudiar una licenciatura sería algo por lo que no tendría tanto problema.— Conrad dijo, dejando el tenedor.— Siento que me están obligando a retroceder.

—No es eso.— Angelique sonrió a Conrad un poco avergonzada al notar que su sobrino no estaba contento.— Es solo que si estudias demasiado, puede ser agotador. Tienes una larga vida por delante, ¿Por qué no avanzas poco a poco? ¿No hay nada más que te guste? ¿Por qué no sales con amigos? ¿No te gusta nadie? Puedes intentar tener una novia.

— ¿Conrad? — Mattia dijo a mi lado.— A él ya le gusta alguien.

— ¿En serio? — Los ojos de Angelique se iluminaron y miró a Conrad.— ¿La conozco? ¿Por qué no le has dicho a Adele? Ella está muy preocupada de que nunca has hablado de nadie. ¿Cuándo la vas a presentar? Quiero estar presente.

Mattia me presionó la pierna por debajo de la mesa y yo lo miré con una expresión confusa cuando las puertas del comedor abrieron y apareció Enoch. Me entusiasmé, sonriendo y puse mis manos en la superficie de la mesa para ponerme de pie y saludarlo, pero me quedé estática cuando otra figura apareció detrás de él y luego se colocó a su lado.

Misión: Rescate. Contratiempos: Elegir. (IV libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora