Capítulo 36: No corras, Milenka.

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La llamada que había tenido pendiente de Jaela y que no pude devolver apropiadamente trajo un nuevo obstáculo.

Había una domina, la tejedora. Ella era una mujer que había visto solo pocas veces en el mundo del bdsm. Tenía una tez nívea y se pintaba los labios de negro, usando corsés de cuero y correas con faldas que apenas la cubrían, pero era intocable para sus sumisos. Una mujer que tenía de tres a cuatro hombres a su disposición casi siempre y a la que siempre era difícil acercarse si ella no te buscaba primero.

Sobre su identidad real nadie sabía, solo que era extremadamente rica y se podía permitir organizar y pagar por eventos de alto lujo en el mundo d/s.

Según Jaela, ella quería verme.

Hubiera declinado si mi cuñada no me hubiera dicho que ella tenía información sobre mi país que valía mucho.

Otra de las razones por la que esa mujer daba tanto miedo era por la cantidad de información y secretos que sabía, no solo de los integrantes del mundo en el que se desenvolvía, sino del poder global. Por eso me parecía tan peligrosa.

¿Por qué una mujer cómo ella querría verme?

No lo sabía. Pero tenía que descubrirlo.

Y cómo consecuencia inevitable de ello volví al mundo que dejé desde la muerte de mi dom.

— Su invitación.— El hombre de la entrada pidió.

Estiré el brazalete hacía él y le permití escanearlo.

— Domina Andras.— Él dijo el nombre que estaba en el registro que había hecho días atrás y retiró la tela roja de la entrada para que pudiera pasar.— Que disfrute la noche.

— Gracias.— Puse primero mi bastón apoyándolo en las alfombras rojas y luego caminé a través de ellas con mis botas de cuero altas con tacón de quince centímetros sumergiéndome en el dulzor de las fragancias afrodisíacas que inundaban el lugar, desde lo dulce hasta lo limpio, todo parecía coexistir en la temática de misterio dónde nadie buscaba descubrir su identidad para dejar salir la lascivia que llevaban dentro.

La mansión dónde se realizó la reunión en esta ocasión se encontraba en las afueras de Sicilia. Una edificación de tres pisos de altura, una gran hacienda con arquitectura diferente a las demás de paredes de piedra y una sensación de misterio que la rodeaba y al entrar la ambiguedad y los secretos afloraban entre las paredes tapizadas en negro y rojo, dónde los grandes caldelabros iluminaban el lugar con una luz que permitía que la oscuridad de los pensamientos pudiera serpentear alrededor.

Según el itinerario, la zona principal en la que me encontraba que contaba con un gran hall con pisos pulidos al punto en que casi podría reflejar al que los pisaba, más de tres zonas de estar con sus respectivos sofás dónde los dominantes y las sumisas podían interactuar entre ellos sin entrar en las salas de juego. En el centro había una una mujer representando una erótica danza aérea de tela usando un conjunto de sujetador y bragas cubiertas de diversas gemas. Era muy bella y se movía con gracilidad ofreciendo un entretenimiento estimulante para muchos.

En esta ocasión habría cinco salas.

Una de primal play, dónde el principal juego de la noche sería la de huida y captura, un depredador siguiendo a una presa.

Uno de cuchillos, dónde habría cortes y sangre.

Uno de anonimato, ya bastante conocido por ser parecido a las "citas a ciegas" entre doms y subs.

Uno de rope bunny, para atar y someter a la o el sumiso.

Y finalmente, uno de los más fuertes, la mazmorra de impacto, dónde los sádicos podían llevar a sus masoquistas o los doms quieran castigar a su subs.

Misión: Rescate. Contratiempos: Elegir. (IV libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora