Viveke Kozlov se veía preciosa en un vestido de novia.
El vestido blanco ceñido a su cintura, dibujando sus curvas en un estilo de sirena brillaba ante la luz artificial en la noche con los pequeños diamantes que decoraban todo su torso. La cola corta reposaba sobre el piso del jardín de la mansión de Kozlov y lo que más resplandecía era el hermoso collar sobre su cuello a forma de gargantilla que era en realidad uno de esclavitud, pero uno tan bonito que no lo parecía y todos aquellos que no pertenecían al mundo del d/s no lo pensarían.
Era una ceremonia que iba más allá de un amor convencional, uno que se refería a la completa entrega.
Y ella se veía muy feliz, rodeando los hombros de su ahora esposo, sus ojos conectando con los de él y una pequeña sonrisa extendida por sus labios rosas escuchando lo que sea que el ruso le estaba diciendo mientras le deslizaba por la pista de baile.
Habían pasado seis años antes de que Viveke pudiera arreglar su divorcio con Roderic y casarse con el hombre que amaba.
Me llevé mi pañuelo a la comisura de mis ojos capturando una lágrima queriendo emerger y pensé que esa visión seguramente habría hecho feliz a Erik.
Mi mano bajó hacía mi pecho y capturó su anillo reposando ahí.
Era el regalo más extraño y dulce que me había dado Aren en nuestro primer año de matrimonio.
Aren no esperaba que olvidara a Erik, que lo empujara al final de mi cabeza y me escondiera de lo que había representado para mí. Sabía que seguía amándolo y que lo haría siempre, así cómo lo amaba a él, de una manera diferente, pero con la misma intensidad.
Los últimos años habían pasado demasiado rápido y nuestra familia de cinco siempre era tan animada que pocas veces podía entrar en la tristeza y gran parte de ello se debía a Aren.
Si lo ponía en retrospectiva, había mucho placer en las pequeñas discusiones que todavía éramos capaces de mantener y mi esposo también era una gran ayuda para lidiar con Aasiya, cuyo ingenio me rebasaba y aún más después de haberle dado a su compañero del crimen...
Una pequeña sonrisa se extendió por mis labios al pensar en ellos dos cuando la canción de los novios finalizó y comenzó una nueva.
En seguida apareció una niña vistiendo un pomposo vestido color negro con mucho brillo en la tela de la falda. Yelizaveta Maxinovna Kozlov corrió hacía ellos y se aferró al pantalón de su padre. Maxim Kozlov se inclinó y tomó a su hija de cinco años, llevándola a su altura y obteniendo de la pequeña el dulce que le ofrecía con los dedos cubiertos de alguna salsa extraña y manchando el rostro de uno de los hombres más temidos de Rusia con ellos.
Viveke sonrió con diversión y tomando el pañuelo del saco de su esposo, lo limpió.
La pequeña Yelizaveta fue nombrada así en honor a su bisabuela materna, quien murió el mismo día de su nacimiento poco después de conocerla. La pequeña que había heredado la personalidad dominante de su padre miró a su madre con atención y estiró su mano queriendo quitarle el pañuelo, pero Maxim la paró en seco cuando estuvo cerca de manchar a su madre con sus manos, lo que hizo que la niña hiciera un puchero.
— Ahora puedo imaginar porque el novio no le permitió a la pequeña Yelizaveta acercarse a su madre durante toda la ceremonia.— Una voz nueva apareció a mi lado y cuando me giré con sorpresa para ver a Signe, ella se inclinó.— No pude saludarla al llegar, mis disculpas, su majestad.
La tomé de las manos, correspondiendo a su sonrisa y le eché una rápido vistazo después de no haberla visto en un tiempo. Ella parecía deslumbrar, usando un vestido verde liso con un profundo escote que era adornado por un collar de esmeraldas largo que dejaba una línea de piedras preciosas suspendidas en una fina cadena plateada hasta bordear el comienzo de la tela en su tez pálida.
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Misión: Rescate. Contratiempos: Elegir. (IV libro)
Roman d'amourLe habían dicho a la reina Ostergaard que la soñaron en una isla en medio de una elección entre un tiburón y un ave, pero, ¡No pensó que sería literal en una isla! Milenka Ahmad había elegido a Erik Ostergaard después de que las cosas salieran muy m...