Especial: Lo amo.

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Eleonor Carswell

A mi hermano le dispararon en el bazo y tuvo que entrar a quirófano. Conrad había sangrado mucho, lo suficiente para terminar en terapia intensiva y su pronóstico fuera delicado.

Mis padres estaban muy angustiados por su estado de salud y Ginevra Romano tampoco se había movido de la sala de espera que estaba fuera de la habitación.

Hasta dónde sabía le habían disparado mientras revisaba el sistema y se había producido el apagón. Todavía estaba sumida en mis propios problemas cuando me di cuenta de la gravedad de la situación en la que estaba mi hermano.

Por el momento, solo podía ver a Conrad a través de los cristales de la sala, ya que en la hora de visita mi madre había entrado, sosteniendo la mano de mi hermano y viéndolo a través de sus ojos llorosos. Mi padre había ido a la oficina del médico que estaba a cargo de él para hablar sobre su estado de salud.

Retrocedí con un pesado suspiro y después caminé hacía la sala de espera, dónde estaba Ginevra viendo sus manos. Había insistido en que fuera a darse un baño y se pusiera ropa más cómoda cuando mi hermano estaba siendo operado y ella lo había hecho, solo teniendo la voluntad de usar ropa deportiva negra y sujetarse el cabello en un moño desordenado. Se veía bastante desgastada con sus ojos irritados de tanto llorar.

— Parece más estable.— Dije, sentándome a su lado.

Ella asintió, pero no respondió.

Me recargue contra el respaldo de la silla y puse mis ojos en el techo.

— Dime, Gin, ¿Alguna vez pensaste en el matrimonio? — Le pregunté sin saber hacía dónde se dirigían mis pensamientos, pero aún así externandolos.

— Si.— Ella respondió con un tono bajo.— Lo he pensado.

— ¿Crees qué haya algo bueno en ello? Quiero decir.— Sonreí con cierta amargura y continué con cierta burla en mi voz.— Esa idea del amor absoluto por el resto de tu vida, de destruirte por ello, la falsedad de que en la salud y la enfermedad...

— No porque tienes miedo significa que no vas a saltar.— Ginevra dijo. Me incorporé y la miré, ella también puso sus ojos en mi.— Puedes elegir burlarte de ello el resto de tu vida si es lo que deseas, Eleonor, pero eso no hará que duela menos.— Se puso de pie.— Necesito café.— Y se fue.

Miré su espalda sintiendo que acababa de apuñalarme directamente. Parecía lo suficientemente perturbada para ser tan directa que me pregunté qué era lo que pasaba por su cabeza.

Me puse de pie y caminé hasta el otro lado del piso, casi queriendo arrastrar los pies del cansancio porque no había dormido en más de veinticuatro horas, pero aún así recogí lo que me quedaba de energía y me dirigí a la enfermera que estaba a cargo de Dante para presentarme cómo su visita. Ella asintió y me llevó hacía el cuarto en el que me lavé las manos, me puse una bata, un gorro y un cubrebocas, así pude pasar al área limpia e individual dónde Dante se encontraba.

Su piel carecía del color vivo de siempre y su cuerpo normalmente tan imponente se veía frágil postrado en la cama con un tubo metido en su boca que regulaba sus respiraciones y una vía que le mantenía sedado. Según las palabras de su médico, el trauma pulmonar por el proyectil había sido grave, pero lo peor había sido la caída que ocasionó un traumatismo en su cabeza y su cerebro se había inflamado, con todo eso se encontraba en un estado de coma y no nos habían dado muchas esperanzas de que fuera a despertar.

Si no lo hacía en las siguientes semanas, nos sugirieron desconectarlo.

Caminé hasta el costado de su cama dónde había una silla y me senté, tomando su mano entre las mías y acariciando su palma fría con mis dedos.

Sentí que de nuevo las lágrimas se acumulaban en mis ojos y tuve que parpadear muchas veces para que no salieran.

— Dante.— Mi voz tembló.— Si me escuchas, por favor despierta, ¿Si? — No recibí ninguna respuesta y cualquier intento de sonrisa cínica que pude haber hecho me era imposible de llevar a cabo. Llevé su mano a mi mejilla.— Tenías razón, tenía miedo, tenía miedo de que esto pasara y no pudiera manejar el dolor. Y no puedo.— Mi voz se quebró.— No puedo, Dante. Así que por favor despierta y júzgame con la mirada, enojate conmigo por ser tan irracional y evitarte. Dante.— Besé su mano a través del cubrebocas.— Te amo, ¿Estás contento con eso? — Las lágrimas salieron y ya no me esforcé por retenerlas.— Te amo. Me casaré contigo si despiertas, aún mejor, mi primer hijo será tuyo, así que por favor... por favor, no nos dejes.

Continué llorando y repitiendo mis palabras, pero él no abrió los ojos, permaneciendo imperturbable entre el sonido de las máquinas a su alrededor y de mis palabras.

Cuando salí de la habitación me tallé los ojos y me encontré con Alvize, él sostenía dos vasos de café y me entregó uno sin decir nada más, sus ojos estaban también lo suficientemente irritados por el cansancio y la situación que se veía su esclerótica bastante rubicunda. Tomé el café de su mano y me recargue a su lado en la pared.

— Dante siempre fue el más fuerte de los dos.— Alvize dijo mirando su café.— Desde que éramos niños se ponía frente a mi para enfrentar las palizas que nos daba nuestra propia familia. No solía quejarse, solo me tomaba de la mano y me impulsaba a seguir adelante.— Su dedo índice le dio unos toques al vaso.— Si no hubiera sido por él, habría muerto antes de que Giovani nos adoptara. ¿Sabes?— Sonrió un poco.— Siempre fue muy silencioso y rara vez lo veían primero o no le hablaban por miedo. Fuiste tú la primera que pasó de mí y le diste toda tu atención a él.

— ¿Yo? — Pregunté curiosa.

— Tendrías unos cuatro o cinco años.— Alvize dijo.— Estábamos en la oficina de tu padre cuando llegaste y al vernos fuiste con Dante y le jalaste el pantalón hacía abajo para llamar su atención, entonces lo viste con tus ojos grandes y luego dijiste: "Señor, es muy guapo, ¿Se casaría conmigo?"

Lo miré sorprendida y al mismo tiempo avergonzada. Alvize se rió con tristeza.

— Hubieras visto su cara.— Dijo.— Tu padre estaba igual de escandalizado por esa pregunta.

— Si lo imagino...— Murmuré, recordando que Dante recientemente me había preguntado si recordaba la primera vez que nos conocimos. ¿Había sido por eso?

—No sé si alguna vez lo notaste, pero siempre lo buscas a él primero, desde ese momento y conforme fuiste creciendo, cada vez que estábamos en una habitación eras la primera en girar la cabeza lejos de mi y ponerla en Dante. Así cómo yo lo entiendes y lo amas por lo que es, por eso yo también terminé enamorándome de ti. En lo personal, nunca estuve dispuesto a aceptar a alguien que me quisiera más a mi que a mi hermano e incluso si eso significaba que nunca encontraríamos pareja, no me habría rendido con ello.—Traté de tragar el nudo que tenía en la garganta, pero no pude.

— Incluso si no despierta quiero agradecerte por haberlo hecho feliz en estos años.— Alvize dijo.— Nunca había visto a mi hermano sonreír tanto desde que te conocimos.

Me giré hacía Alvize y lo miré sin esconder la tristeza en mi rostro.

Ya no podía hacerme la fuerte, ni pretender que estaría bien si Dante no despertaba.

— Lo amo.— Susurré comenzando a llorar de nuevo en frente de él y me cubrí con su cuerpo, pegando mi frente contra su pecho, dejando que los sollozos bajos salieran de mis labios, trataba de no llamar mucho la atención sobre mi, pero el dolor no me dejaba pensar lo suficiente en mi imagen.—Me enamoré de ustedes como una tonta, Al.— Lo rodeé con mis brazos.— Pero si lo pierdo...— Mi voz se quebró.

Alvize me rodeó con sus brazos y besó mi cabeza.

— Lo sé, bambina. Lo sé.— Dijo contra mí.

Alvize me consoló, pero el dolor no desapareció.

Había sido una tonta, una tonta que pensó que si se separaba de todo, podría evitar salir lastimada, pero no hice más que engañarme a mí misma todo el tiempo.

Hacía tiempo había perdido en contra de ambos.

Y ahora solo pedía una segunda oportunidad para hacer las cosas bien, para no cometer el error de privarme de mis propios deseos por miedo. Porque ya era demasiado tarde.

Ya no había manera de arrancar el amor en mi pecho.

Misión: Rescate. Contratiempos: Elegir. (IV libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora