Capítulo 41: ¿Nunca te cansas de decir mentiras?

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Después de despertar desorientada por el desmayo terminé por rechazar la solicitud de mi secretaria de llamar un médico y luego volví a mi habitación apoyándome en mi bastón y en las paredes para descansar un rato con la esperanza de que cuando abriera los ojos, mi estado físico mejorara.

Solo esperaba perder algunas horas, pero mi expectativa se fue y se aventó sola por la ventana cuando mis párpados se abrieron y mis ojos se posaron sobre el reloj.

La habitación estaba en penumbra y había un sonido adicional a mi lado, la punta de un lápiz golpeando contra una pantalla con una suave luz que iluminaba la mitad de mi rostro.

Eran las nueve y media de la noche.

Me incorporé con un suave dolor en el cuello y me llevé la mano a la zona, masajeando y moviendo mis articulaciones de un lado a otro antes de girarme a la dueña de la tablet, Aasiya.

Mi primera hija levantó la mirada, sus ojos se posaron sobre los míos y luego dejó la tablet a un lado para juntar sus manos y quedarse quieta.

—¿Está todo bien? — Le pregunté con la voz un poco ronca. Era extraño verla haciéndome guardia.

— Escuché de tu secretaria que te sentiste mal, madre.— Dijo con propiedad y luego ladeó la cabeza, su cabello recogido en sus coletas se inclinaron junto con ella.— Dormiste mucho.

—Si...— No sabía qué más agregar y luego terminé soltando un suspiro.— Ya me siento mejor.

— ¿En verdad? — Aasiya me miró como si pensara que estaba mintiendo.

Sonreí.

— En verdad.— Confirmé hacía ella.

Aasiya asintió después de considerar que era sincera con ella y luego volvió su atención a la tablet.

— ¿Qué estás haciendo? — Le pregunté poniéndome de pie y acercándome a las ventanas, corriendo las cortinas y abriendolas para obtener aire fresco.

— Tarea.— Aasiya respondió.— Es de biología humana.

— Suena interesante.— Divagué levantando la mirada hacía la luna, estaba completamente llena en su punto más completo de la fase lunar.

— Lo es.— Ella estuvo de acuerdo.— Estamos viendo el tema de los tipos de sangre y aunque es enredoso, al final es muy simple.— Levantó una mano.— Mamá es O positivo, papá es O negativo, yo soy O negativo y otras combinaciones no son posibles, sólo puede ser O positivo u O negativo.

Fruncí el ceño.

— ¿No son posibles? — Pregunté hacía ella.— ¿Por qué?

— Es cómo tener colores.— Asiya dijo.— Mamá es rojo, papá es azul y si los mezclas yo tengo que ser morado, no tendría sentido que fuera verde o blanco si ustedes son rojo y azul.

— ¿Y es absoluto? — Pregunté.— ¿Qué tal si el abuelo es amarillo?

— En la sangre no es así, si los mezclas solo puede dar un color.— Aasiya determinó.— Es absoluto, mamá. Biología básica.

Biología básica...

Casi tuve ganas de reír, pero estaba lejos de poder hacerlo porque Eidween era A positivo, Aren era A positivo Y Erik era O negativo.

La realización de esa información asimilada golpeó contra mi cabeza cómo si físicamente me hubieran dado con un bate de béisbol. Pero una parte muy profunda de mí lo sabía y no había querido admitirlo durante todo este tiempo.

Vi toda la sangre el día en que murió Erik y me sentí vacía al despertar en la cama del hospital, sabiendo que lo había perdido. Incluso los síntomas habían sido diferentes en la isla y después en palacio.

Misión: Rescate. Contratiempos: Elegir. (IV libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora