Gabriela Alyssa Di Scarelli Manchester, Gaby para sus amigos y familia, es una mujer italiana infelizmente casada desde hace 5 años con Alexander Noah Myron, un británico frio y sin sentimientos hacia ella.
Su consuelo eran Samara, su amiga mexicana y Chiara Rose Aguilera, su prima; con quienes estaba conversando ahora.
—Gaby, ¿Por qué tan apagada? —pregunto Samara al ver la mirada de la mujer rubia.
—Por el estúpido de Harry—asegura Chiara antes de que la susodicha pudiera responder.
—¿Qué te dijo, Gaby?
—Lo de siempre, Sam. Que siempre me visto mal y que si no se hubiera casado conmigo por obligación no estaríamos juntos—agacho la cabeza.
—Ay, pero si es la verdad. Deberías cambiar un poco.
—¿Por qué mejor no cambias tu cerebro, Samara? —Chiara vio que su comentario la afecto—. Vamos, prima—se van de la casa de la susodicha.
Caminando por las calles parisinas, Rose estaba apunto de decirle a su prima lo que preparo para ella.
—Oye, prima—ambas frenan—. ¿Qué te parece irte a un hotel mientras tu esposo esta de viaje?
—Las dos, ¿o cómo?
—Obvio tu sola.
—Estas loca—susurra alto.
—Anda, solo serán 7 días. Además, mereces ese descanso—la estaba convenciendo.
—Está bien, ¿Dónde descansare? —la otra italiana salto de alegría ante la pregunta.
—¡Te va a encantar! —apuran el paso hasta la casa donde Alyssa vivía.
Al llegar, Aguilera le hizo la maleta con emoción, ya que Gabriela no sabía que llevar.
En un abrir y cerrar de ojos, ya estaba en la habitación del hotel acomodando su ropa de nuevo en el pequeño closet, hasta que algo le llamo la atención; había un jersey cuello de tortuga color rojo bordo en un cajón.
—Esto no es un broma de Chiara—aseguro, ya que ella le hacía bromas así todo el tiempo, pero la ropa siempre era de marcas italianas. El jersey era de marca española. Decidió guardarlo por si el dueño venía a buscarlo—. ¿De quién...? —no termino de hablar, ya que tocaron la puerta, y no tuvo otra que ir a abrir.
—Hola, señorita, ¿Usted...? —Berlín no pudo hablar más, ya que su belleza la cautivo, en especial el lunar cerca de sus labios—, ..., ¿sabe acerca de un jersey rojo que deje aquí? —se armo de valor para terminar la oración a duras penas.
—Hola, sí. Entre, por favor.
—Gracias...
—Gabriela. Así me llamo—le sonrió un poco.
—Gracias, Gabriela.
—De nada...
—Andrés—tuvo la necesidad de decirle su nombre. Si Damián hubiera estado ahí lo mataría por haberlo hecho. La mujer se hizo a un lado y el entro.
Mientras ella buscaba la prenda, el miraba toda la habitación, queriendo encontrar una pista para descifrarla.
—¿Qué haces por aquí? —opto por preguntar al no encontrar nada.
—Descansar.
—¿De vacaciones?
—No. Vivo aquí, pero estoy descansando mientras mi marido está de viaje.
—¿Tan mal la pasas con él? —bromeo.
—De hecho, sí. Nuestro matrimonio fue arreglado por mi madre. La paso mal, ya que siempre tiene algún comentario humillante para decirme.
—Lo lamento, yo...
—Tranquilo, no es tu culpa, Andrés—al escuchar su nombre salir de la boca de la ojiazul, no pudo sentir mejor sensación que esa.
—¿Tu familia sabe de esto?
—No. Solo mi prima; ella me trajo aquí.
—¿Y el resto?
—De parte de mi padre todos son ladrones, por eso, aunque lo sepan, no pueden hacer nada. Mi madre me obligo a casarme con él, así que me imagino de la idea que te estás haciendo si le digo.
—Yo también soy un ladrón. Sin embargo, yo puedo hacer algo—la italiana se dio vuelta para ver su ojos llenos de honestidad.
—Te agradecería que no lo hicieras. Gracias por querer ayudarme, pero no es necesario—Berlín se levanto de la cama y se acerco a ella manteniendo distancia.
—Tu mereces a alguien que te quiera, que te ame intensamente y que piense cada noche en ti—Alyssa lo miró fijamente y sintió una sensación desconocida. Nunca le habían dicho algo igual.
—¿Y tu que vas a saber? —pregunto divertida.
—Lo veo en tu mirada, esa mirada que se podría quedar en la mente de cualquiera. Tu acento misterioso, que dan ganas de seguir escuchando por su armonía. Tu lunar tan particular, ese que el hombre que te amara se moriría por sentirlo y acariciarlo—se acercó más, acortando la distancia—. O, mejor dicho, que yo moriría por sentirlo y acariciarlo. No sabes lo que daría por conocer tus sentimientos.
—Mis sentimientos dicen que por fin amo a alguien de verdad. Que tuve que sufrir incontables veces para que llegara, no lo creería, pero ahora que estas cerca mío me doy cuenta de que es cierto lo que ellos dicen—acercaron sus rostros a la misma vez, logrando ese beso que tanto querían.
—Quiero que me acompañes a algo—este asiente y ambos van a un bufete de abogados, donde Alyssa le pidió a su abogado que redactara la petición de divorcio para luego irse al hotel con el español.
—¿Estas segura de lo que has hecho?
—Completamente.
—Me hace feliz que quieras ser amada de verdad—ambos sonríen.
—A mí me hace más feliz saber que puedo amarte sin ningún obstáculo ni miedo de por medio—se besan de nuevo.
3 horas después ambos se estaban vistiendo para ir al cuarto del hombre, donde toda la banda lo esperaba.
—¿Quién es ella y que hace aquí? —pregunto Damián al verla entrar.
—Soy la que todo lo sabe y vengo a ayudar —causaste risitas en todos menos en el que hizo las preguntas.
—¿Cómo sabemos que podemos confiar en ti? —era muy desconfiado.
—Pregúntame lo que quieras sobre el robo.
—¿En cuánto están valuadas las joyas?
—46 millones.
—Error. 44 millones.
—Error tuyo. La joya de Leonor de Aviñón vale 2 millones más. El conteo se hizo mal, por eso Polignac y Myron fueron de viaje para controlar todo.
—¿Cómo sabes eso? —pregunto Keila.
—Lo se porque la esposa de Polignac me conto. Tengo amistad con ella.
—¿Por qué he de creerte? —el hombre estaba irritando a Manchester, quien saco su teléfono y busco el audio que la respaldo.
—¿Algo más?
—Bienvenida, compañera—ella sonrió ante las palabras de Cameron.
—Muchas gracias.
Berlín y Adelaida tuvieron por fin la oportunidad de ser amados de vedad esos días de gloria.
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La Casa De Papel / One shots
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