Manila

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Julia se encontraba corriendo hacia tu casa. Se había levantado tarde, su padrino la estaba esperando, y para terminar de contar el cuento, se le paso el autobús que la llevaría a Toledo, por lo que fue a buscarte para pedirte ayuda.

—Julie, ¿Qué te trae por aquí a esta hora? —tu acento francés invadía en ocasiones tu habla española.

—¿Me puedes llevar a esta dirección, ____? Porfis —te mostro donde la estaban esperando.

—Claro. Espera un momento —cierras la puerta y al rato sales cambiada de manera decente —. Ya nos podemos ir —se subieron al vehículo y en el camino iban platicando.

—¿Todo bien, francesa? —pregunta extrañada tu amiga, no era normal que hablaras tan poco.

—Si, chérie. No te preocupes.

—¿Segura?

—Si. ¿A dónde iras? —cambias de tema.

—A ver a mi padrino y a mi primo. ¿Recuerdas que te conté de ellos?

—Claro, todos los días lo haces.

—¿De verdad?

—Si, mon ami—ríes un poco—. Ya llegamos—avisas—.

—Nada de «Au revoir», tu vienes conmigo. Te los quiero presentar—estaba emocionada.

—No me queda otra alternativa, ¿Verdad?

—No—suspiraste.

—Vamos, entonces.

—Yes—celebra y ambas bajan del auto.

—Padrino—exclama y va a abrazarlo, tu te mantuviste unos pasos detrás de ella, quedando frente a un hombre de lentes a quien saludaste con un movimiento de cabeza que te devolvió—. Ella es mi amiga, París—te presento. Estrechaste la mano de cada uno, pero no hablaste—.

—Mucho gusto, hija—mostraste una sonrisa ante las palabras del familiar de tu amiga.

—¿Eres muda? — te pregunta el chico de ojos azules. Su padre le da una colleja.

—No—al hombre inteligente le gusto tu voz, dulce como la seda, pero a la vez seria como una piedra.

—Perdónalo, hija. Me ha salido medio tonto—te reíste un poco.

—No Pasa nada—el chico te dedico una mirada de disculpa—. Nos vemos, fue un gusto conocerlos—te ibas a ir, pero Julia lo impidió.

—Te voy a extrañar, amiga—te abraza y suelta una lagrima.

—Yo también te voy a extrañar.

—Puede venir con nosotros, si gusta—ambas se separaron del abrazo para mirar al Profesor.

—Me encantaría. Muchas gracias—ambos se dedican una mirada cómplice.

Algo había en el otro que les llamaba la atención, así que, lo único que querían estos tres meses, era conocerse más. Querían saber porque tenían esa sensación de conocerse en otra vida, y si así era, repetirlo en esta vida.

La Casa De Papel / One shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora