Tokio

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Habías enfermado..., otra vez. Tus benditas alergias —nótese el sarcasmo—, habían provocado que pasaras la misma situación por 3ra vez en el mes.

La tos hacia parecer que se te iban a salir los pulmones en cualquier momento y debido a tus flemas tenias que poner tus dedos en la garganta para que salieran, además de tener que hacerte vapor 3 veces al día.

Miraste tu reloj: 21:03.

Tocaron la puerta, era Sergio. Venía con tu medicación.

—¿Estas mejor? —tosiste, mientras negaste con la cabeza—Toma —te dio la pastilla y te la tomaste—. Agradece que no te ha dado fiebre ni algo grave.

—Sab...es como s...oy —a pesar de tu tos logro entenderte.

—Obvio. Después de todo así nos hemos conocido. Gracias a uno de tus catarros terminaste conociéndome —era cierto. Te habían tenido que internar de esa manera lo conociste—. Daré clases y luego Berlín vendrá a darte la medicina, ¿Vale? —asentiste y el salió.

Se encamino por los pasillos hacia el salón de clases improvisado, donde todos lo estaban esperando.

—Profesor, ¿Dónde esta ____? —pregunto el rizado al no verte en tu sitio, ya que siempre que ibas camino al mismo acariciabas con cariño sus rizos para sentarte. Extraño esa caricia delicada y placentera.

—Es verdad. No la he visto en todo el día —hablo Moscú preocupado.

—Bueno. Hoy vamos a ver las alarmas. ¿Alguien puede decirme cuantas son? —Denver levanto la mano— ¿Sí, Denver?

—¿Qué ha pasa'o con ___?

—¿Se fue del atraco? —Tokio era con quien te llevabas mejor. Ella estaba enamorada de ti. Y por eso el comentario de Nairobi la asusto un poco.

—No. Eso es imposible, Nai. No puede dejarnos.

Tokio aprovecho el debate para escaparse a tu habitación.

Toco la puerta, pero no abriste. Se tomo la libertad de abrirla debido a su preocupación.

Se encontró con una imagen que era tierna: Estabas dormida abrazada a tu almohada

—Me pones cachonda hasta cuando te enfermas — mordió sus labios al ver tu vestimenta que tan solo te pusiste hace minutos para dormirte de nuevo—. Ojalá estuvieras despierta para que yo me desnude frente a ti.

Se acerco a ti y olio tu cuello. Sus fosas nasales se llenaron del perfume Nina Ricci.

—Me vas a volver mas loca. Si supieras las ganas que tengo de que pases una noche conmigo —se sentó en la cama para acercarse a tus labios.

—Tokio, ¿Qué haces? —hablaste con la voz ronca.

<<Mi zona y mi corazón se están descontrolando>>

—No..., nada. Solo quería besarte...No quería tocar...Digo explorar. Ay, soy un desastre —se cubrió el rostro con las manos, avergonzada. Reíste

<<No continues porque me descontrolo>>

—¿Así que me quieres explorar? Mira nada más.

—Quisiera que me concedieras ese privilegio —se mordió los labios.

—Lo hare, pero... —no te dejo terminar ya que comenzó a besar tus labios hasta quedarse sin aire—. Tokio, te vas a enfermar.

—No me importa —te volvió a besar—. Déjame complacerte.

—Tokio, Berlín va a venir en 5 minutos. Vete o si no te va a pillar —a regañadientes se fue.

Te aliviaste y volviste a descansar. Mientras ella iba con ojos lagrimosos porque eras inalcanzable y no tendría oportunidad contigo.

Solo eras una ilusión.

La Casa De Papel / One shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora