New York, 1 año después del atraco
Aquella mañana, Nairobi fue la primera en despertarse. Miro al techo haciendo que la nostalgia y los escasos recuerdos de su hijo llegaran a su cabeza.
—Buenos días, mi amor. —saluda Bogotá, haciendo que salga de su trance.
—Buenos días. —el le dio un beso, pensando que ella se iba a resistir, como todas las veces, pero no fue así.
—¿Cómo has amanecido? —pregunto, ya que se estaba comportando de manera inusual.
—Bien. —mintió.
No quería decirle la verdad, no porque no le tuviera confianza, sino porque le causaba mucho dolor.
Estaba arrepentida de los errores que cometió en su juventud, porque gracias a eso, perdió a su hijo, quien ahora cumplía 10 años.
Ella en estos momentos podría haber estado despertando a su hijo para poder cantarle el feliz cumpleaños, pero no era así.
Tampoco estaba diciendo que era infeliz, y no lo es.
Solo quería ver a su hijo por mas de 15 minutos sin riesgo de muerte, quizás hasta podría conversar con él. Era lo que su corazón deseaba.
En otras circunstancias ella no seria ladrona, ni tampoco esposa del hombre que la amaba, quien ahora la estaba acariciando.
—¿Qué desayunaremos hoy? —piensa en voz alta.
—No lo se. —responde apagada
—Mejor nos quedemos aquí. —propone, sabiendo que ella se iba a quejar, pero fue todo lo contrario
—Me parece bien. —uso el mismo tono de la respuesta anterior.
—<< ¿Qué le pasara a mi mujer? >>. —se pregunta para sus adentros. Se animo a preguntarle luego de unos minutos, porque no le gustaba que su mujer estuviera apagada, no porque le molestara, sino porque quería cuidarla y ayudarle lo máximo posible.
—Amor, te noto rara, ¿Todo bien? —pregunto preocupado, mientras la miraba. Nairobi callo, cosa que lo preocupo más. —¿Nairobi? —la gitana se animó a hablar.
—No estoy bien. —baja la mirada.
—¿Y eso?
—Bueno, es que hoy es el cumpleaños de Axel. Y me siento mal por no poder estar ahí con él. A veces pienso que, si no hubiera cometido ese error, el estaría aquí con nosotros. Pero fui una mala madre, una mala madre y ahora no esta aquí. —se largó a llorar. Su esposo la abrazo en señal de apoyo y consuelo. —No sabes lo arrepentida que estoy.
—Amor, toda va a estar bien. —consuela, mientas acariciaba su pelo azabache. —Ya veras que lo volverás a ver. No eres una mala madre, eres una mujer valiente y muy fuerte. El, cuando te vea, porque lo hará, lo notara.
—Te amo. —expresa con sinceridad.
—Yo más. Pero ya no te atormentes la cabeza. Eres una buena mujer y madre también. —comenta sincero. —Te amo, Agatha.
—Yo más, Santiago. —ambos se besan tiernamente.
Bogotá le había devuelto la esperanza, y, con cada palabra, la hacía feliz.
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La Casa De Papel / One shots
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