Tokio

164 11 1
                                    

Era oficial, Tokio y su novio habían terminado debido a lo que le había sucedido al pobre chico.

Silene se dio cuenta tarde de que todo lo que deseaba lo tenia a tu lado. Te fue a buscar a la fundición.

Ahí estabas, derritiendo el oro, causando tu transpiración. Cada gota caía con delicadeza sobre tu piel. Tus ojos eran fuego viviente y no podía dejar de mirarte los pechos. Tokio se mordió los labios con delicadeza ante tal imagen sensual.

—Cariño, Tokio te está comiendo con la mirada —te susurra Nairobi, quien estaba a tu lado—. Si quieres puedo mandarte a buscar lingotes —sabia lo mucho que sufriste por ella.

—Por favor y gracias —te toco el hombro con cariño y fue a buscarte el traje.

Al cabo de unos minutos estabas en el agua, sintiendo su frialdad, te parecieron un poco extraños tus pensamientos estando ahí, pero los ignoraste.

Recogiste y enviaste a la superficie varios lingotes durante una hora. Te tocaba cambiar turno con Bogotá. Pensaste que la pelicorto se había ido, pero no, seguía sentada esperándote. La ignoraste.

—_______ —hiciste oídos sordos a las 5 repeticiones siguientes.

—¿Te quieres callar ya? —sentenciaste. Ella asintió cabizbaja y se fue.

Nairobi sabia que lo mejor no era meterse, así que se calló.

—_______, te toca —volviste a rotar con Bogotá las siguientes 4 horas.

—Tira, ____. Puedes ir a descansar.

—Gracias, Bogotá.

Fuiste al despacho, donde te encontraste con Palermo, quien estaba sentado en la silla del gobernador.

—______, querida amiga, ¿Cómo Estás? —volteaste.

—Bien, amigo mío. Quisiera decir lo mismo de ti, pero no es posible, desgraciadamente —no era posible para nadie que casi se queda ciego y tiene los ojos vendados.

—Ya lo se. Cuéntame, ¿Cómo esta yendo todo?

—Viento en popa, por ahora —suspiraste.

—____, ¿Puedo hablar contigo? —Tokio otra vez.

—¿No vas a saludar a tu líder, querida Tokio? —la mencionada hizo una mueca de disgusto.

—Como se que si no hablo contigo no descansare como me merezco, hare una excepción —tu tono era indiferente, pero alimentaste ilusiones en ella—. Adiós, corazón.

—Adiós, amiga mía —se despidió.

—Se breve. Hazme el favor.

—Quiero estar contigo.

—Yo no. Y no te hagas la desentendida porque lo sé, Tokio.

—_______, me he dado cuenta que todo lo que deseo lo tengo contigo —estaba afligida.

—Las estrellas fugaces pasan una vez. Son iguales a mí.

—Entiéndeme, por favor —suplico. Reíste irónica.

—Eres divertida, ¿Te lo han dicho? Las veces que espere unas disculpa de tu parte porque me las debías. Ahora tus palabras se pierden y quedan difuntas para mi persona. Y Te fuiste. No querías nada y ahora vuelves <<enamorada>>, diciéndome que por fin sientes amor en todo lo que te daba.

—______.

—Yo no quiero palabras que no me dicen nada, porque perdiste lo que al final querías y ni cuenta te dabas.

Silene lamentaba perderte, ahora no le quedaba mas que irse.

La Casa De Papel / One shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora