Berlín

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Potsdam, una de tus ciudades favoritas a la hora de visitar y atracar.

Para el mundo criminal eras conocida bajo el apodo <<Houdini>>. Una admiración para todos y los que trabajaron contigo lo consideraron un privilegio.

Mas de 20 golpes perfectos, con una fortuna de más de 900 millones de euros, inteligente y <<Mood sexy>> —así decía tu hermana—. Lo tenías todo, menos pareja.

Estabas bien así, y si un hombre te atrapaba, te desaparecías. Simplemente fácil.

Ahora tenías que usar tus habilidades, pero un percance lo impidió.

Alguien había venido al mismo lugar que tu on el mismo objetivo: hacer más grande su fortuna.

Agarraste la última joya y trataste de huir, pero su mano te agarro.

—Quieta —su voz grave sonó amenazante—. Esto es mío —tomo la joya.

—Sueña —tomaste de nuevo lo que era tuyo.

Las alarmas sonaron. Estarían jodidos sino actuaban en 5 minutos.

—Lléveme con usted. Se lo pido —tu muñeca iba a quedar marcada por sus agarres—Por favor.

—Venga conmigo —ambos corrieron hasta el área de personal—. Póngaselo —le diste un traje igual a la de los trajes de los guardias de seguridad que habías encerrado en el baño anteriormente

Por el apuro ninguno volteo, pero si se miraron momentáneamente semidesnudos.

—Apúrese. Ya vienen —faltaban 2 minutos.

—Estoy listo.

Ambos apilaron cosas y salieron por la ventana hacia el exterior.

—Eso estuvo cerca —suspiraste mientras manejabas.

—Salimos justo a tiempo —tu acompañante miro como los coches de policía iban hacia el banco. Volteo para mirarte—Muchas gracias señorita...

—Houdini —hablaste quitándote la capucha. Acomodaste tu cabello.

—Lamento haberla tratado así. Empecemos de nuevo. Mi nombre es Andrés —te acerco su mano.

—Un gusto , soy ___ —rozaste su mano ya que estabas manejando—. Mas conocida como Houdini. Aunque, puede decirme como quiera. Tráteme de tu.

—Entonces también tutéame —asentiste—. ¿Dónde iremos?

—A Berlín. Es el lugar más tranquilo. Al menos hasta que esto se tranquilice un poco.

—¿Dónde nos quedaremos?

—Tranquilo. Tengo todo arreglado.

Y en menos de dos horas ya habían llegado.

—Siéntete como en tu casa. Arriba hay una habitación. Puedes ducharte y descansar.

—Gracias —se fue escaleras arriba.

Empezaste a bajar el botín y prepararlo para mandarlo a Australia.

—¿Qué haces? —volteaste a verlo. Su cabello estaba alborotado y su torso desnudo—. Te agarre un jean porque no tenía ropa. Perdón.

—No te preocupes. Estoy preparando todo para enviar las joyas a Australia.

—¿Te ayudo? —se sentó a tu lado.

—Si quieres.

—¿Qué puedes decirme de ti?

—Nada. Tendrás que descubrirlo —tomaste una joya.

La Casa De Papel / One shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora