El Profesor

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Todos estaban contentos en el monasterio, menos Emma. Hoy era un mal día para ella.

—Dubái, ¿Estas bien?

—No es algo que te importe, Lisboa —se subió la capucha de su suéter.

—Dubái —el tono de su padre era de advertencia.

—¿Qué? Es la verdad —alzo sus hombros, a modo de decir que no le importaba.

Decir que le caía mal era poco. La evitaba a toda costa. Cada vez que le hablaba era cortante.

Por su culpa había muerto su tío y tú también. Eran dos personas esenciales para su existencia que ahora no estaban con ella.

Sentía que su padre te estaba remplazado con Lisboa y la estaba obligando a hacer lo mismo: a tratar de olvidarte.

Emma siempre estuvo al corriente de que habías sido el gran amor de su padre, pero ahora todo cambio. Y no le gustaban los cambios.

Miro inconscientemente la cadena que le regalaron Berlín y tú. Lo hacía cada vez que necesitaba calma y seguridad, en este caso era la 1ra.

—Dubái, haz silencio, por favor —agarro la mano de Raquel en señal de apoyo.

—No. No me voy a callar. Por su culpa murieron el tío Berlín y ___ —se estaba descontrolando.

—Eso no fue mi culpa —aseguro.

—Si lo fue. Te deshiciste de mi familia.

—¡Dubái, ya haz silencio!

—Profesor —se metió Palermo—, vos la estas callando porque sabes que tiene razón.

—Palermo no te metas.

—A tu hija la podrás callar, pero a mi no. Sabes perfectamente que tiene razón y no puedes cambiarlo.

—¡Que te calles, Palermo! ¡Yo no tengo la culpa!

—¡Si la tienes! ¡Y por tu culpa sufrió más de una persona! ¿Pero qué vas a saber? Tú no eres la que no comió ni durmió durante esos días. No has sufrido nada, Murillo —le hablo con odio—. Deberías irte de esta banda.

—Ella no se va a ir.

—Ni pienses que me voy a ir yo, Sergio.

—La que se va ir soy yo —susurro y se fue sin que nadie la notara.

La discusión siguió hasta la noche, cuando se dieron cuenta de su ausencia-

—Ya parad los 3 —exclamo Bogotá y todo se acabó—. ¿Dónde está la niña?

Todos buscaron a Emma por todos lados. Sin éxito.

—Encontré una nota —Tokio obtuvo la atención de todos. Esta decía :

<<C'est une embuscade, et je ne la comprends pas>>

—Léela —pidió Denver.

—Está en otro idioma.

—Es francés —todos se sorprendieron al escuchar a Marsella.

—¿Y qué dice? —pregunto Sergio preocupado.

—Esto es una emboscada y no entiendo nada —leyó para todos. Todo fue confusión.

A Palermo se le prendió el foco.

—Ya se dónde está. Pero lo prudente seria que la busques vos —señalo al padre—, y hables con ella.

—¿Dónde está? —Palermo le dio la dirección.

La Casa De Papel / One shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora