Berlicia

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Alicia estaba eufórica, la policía había atrapado a uno de los criminales mas buscados de toda Europa.

En la penumbra de la sala de interrogatorios, las sombras se alargan y se retuercen como serpientes. El aire está cargado de tensión, y el olor a humedad y tabaco impregna las paredes desconchadas. Las luces parpadeantes, apenas funcionales, arrojan destellos sobre el suelo de baldosas gastadas.

Las ventanas, cubiertas por pesadas cortinas de terciopelo, apenas dejan pasar la luz de la luna. Afuera, la noche europea se cierne sobre la ciudad, su oscuridad envolviendo todo como un manto. El viento aúlla en los callejones estrechos, llevando consigo secretos y susurros.

En el centro de la sala, una mesa de metal oxidado se encuentra flanqueada por dos sillas. Una para el interrogador, con respaldo alto y apoyabrazos desgastados por años de uso. La otra, para el sospechoso, es más austera: sin apoyabrazos, sin comodidades. Solo una superficie fría y dura

La noche europea se cierne sobre la sala de interrogatorios, y en su oscuridad, los secretos se desvelan y las almas se desnudan.

El sospechoso entro con el mayor egocentrismo y narcisismo posibles. No se trataba nada mas ni nada menos que de Andrés de Fonollosa.

La euforia desapareció para convertirse en nostalgia, dolor y tristeza.

Los dejaron a solas.

—No esperaba verte de nuevo, Alicia —su tono de voz había cambiado. Estaba más ronca y grave.

—Ni yo. Créeme que no deseaba volverte a ver —era mentira.

—El destino juega como quiere, ¿O no es así?

—Haz silencio —su tono se volvió frio como el hielo. Hizo caso

Sierra le prestó atención a su mirada.

La mirada seductora es profunda y penetrante, llena de deseo y pasión. Los ojos brillan con un brillo intenso, atrayendo a quien los contempla hacia un abismo de tentación. Sin embargo, detrás de esa aparente entrega se esconde un velo de misterio y frialdad que deja entrever que hay secretos y emociones ocultas en lo más profundo de esa mirada. Es un juego de luces y sombras, de atracción y reserva, que hace que quien la perciba se sienta atraído y al mismo tiempo desconcertado, sin poder evitar sucumbir a su poder de seducción.

Por mas que quisiera no podía concentrarse.

—¿Por qué me miras así?

—Por nada en particular. No te creas importante.

—Alguna vez lo fui. Lo fuimos el uno para el otro. No puedes borrar aquel amor.

—¿Tu vas a enseñarme a mi a amar? Ay, por favor —rio irónica.

—Te amaba. Pero no teníamos un futuro juntos. No quería ser la causa del final de la vida que llevabas.

—No hables más. Me has dejado sola—lagrimas salían de sus ojos—. Me mentiste.

—Tenia que hacerlo para cuidarte, para que fueras feliz. Yo te amo. Aun lo hago —esa mirada llena de sinceridad lo dijo todo.

Se acerco a el y lo beso. Se dejo llevar por sus impulsos.

El beso estaba lleno de amor y anhelo, era suave y apasionado a la vez. Sus labios se unieron con delicadeza.

Luego de ese acto inesperado para ambos, se miraron.

Lo soltó y se fundieron en un abrazo cálido y reconfortante. En ese instante, el tiempo se detuvo y solo existían ellos dos, entregados por completo el uno al otro.

Le dio otro beso más y se podía sentir la intensidad de sus emociones en cada roce de labios, en cada caricia fugaz. El deseo ardía en sus corazones y se reflejaba en sus miradas entrelazadas. Era un beso que expresaba más que palabras, era la confirmación de un amor profundo y sincero que los unía de forma indudable

El beso estaba cargado de anhelo, anhelo de estar juntos siempre, de compartir cada momento, cada risa y cada lágrima. Era un beso que sellaba un pacto silencioso de fidelidad y complicidad. Era un beso que prometía un futuro lleno de dicha y complicidad, un futuro donde el amor sería el motor que los impulsara a seguir adelante juntos, en cada paso del camino.

Pero no se podía, por eso disfrutarían cada segundo hasta el final

La Casa De Papel / One shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora