Palermo (pt. II)

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Tenía ganas de verte, así que estuvo atento a tu puerta, obteniendo la imagen de Tokio saliendo de ella.

Con una rapidez inesperada de su parte entró donde estabas, sin percatarse de la presencia de Denver

—Hola, Palermo —saludaste con la mano.

—Hola —contesto todo seco para irse

—¿Qué le ha pasao' a este? —se quedó mirando donde él se fue.

—No se —alzaste los hombros.

—Continuando —reanudo la conversación—. F1: drive to survive es la mejor serie del mundo.

—Tiene pinta de rápidos y furiosos —tu compañía frunció el ceño.

—No, na' que ver. F1 es un deporte.

—¿Como es ese deporte?

—Carreras. Corren en una monoplaza que va a 300 kilómetros por hora. Monoplaza es un auto de uno.

—Ahhhhh. Interesante

—A mí me encanta.

—¿Que tanto?

—Muchooo.

—Recién entro a ese mundo, pero me encanta.

—La triple <<o>> significa que sos re fan —lanzo su típica risa antes de contestarte.

—Si, sí. Así como el fútbol, amo los deportes.

—Yo no. Soy más <<cerebrito>>, como diría mi hermano, pero está bueno hacer deporte --otra vez río.

—Eres igual al Profe.

—Lo que digas.

En otra habitación, tu esposo estaba armando una teoría alocada que le dijo a Estocolmo tiempo después. Ambos azotaron la puerta donde estaban los supuestos <<infieles>>.

—¿Qué pasa? —preguntaste al verlos frente a ti.

—Tengo que hablar con vos. Es urgente —su tono era duro.

—De acuerdo, Palermo.

Ambos caminaron hasta la habitación del susodicho en un silencio sepulcral, lo que te extraño por completo. Entraron y te sentaste en la cama desordena debido a la noche que tuvieron ayer. Ni siquiera se había molestado en acomodarla.

—¿Me vas a explicar que pasa, cariño?

—Tu <<cariño>>, lo puedes guardar para Denver. Te las has estado pasando muy bien con él, ¿O me estoy equivocando?

—Ambas. ¿Estas celoso? —hablaste divertida.

—No, querida. Cuido lo que es mío, solamente eso.

—¿Quién lo diría? Tu siendo inseguro. Esto es nuevo—reíste.

—No me hables así, ___. Te lo recomiendo sino quieres que se me olvide que estamos casados.

—¿Olvidarlo? Ay, por favor —te acercaste peligrosamente—. Yo recuerdo cada gemido ahogado que largabas cuando estaba encima de ti anoche —le susurraste para irte.

Era cierto lo que dijo, Denver y tu tenían atracción mutua, pero no era posible concretarla debido a sus matrimonios. Y encima, nadie sabía de la relación que tenías con Martín.

Escribiste sobre ese tema en tu diario de recuerdos que no querías olvidar, pero cometiste el error de dejarlo sobre la mesa de luz y dejarlo abierto y Palermo, quien venía a verte para pedirte disculpas vio todas las anotaciones respecto al triángulo amoroso que tenían, llenándolo de dudas que necesitaba aclarar en ese instante. Afortunadamente, habías vuelto pronto de tu paseo con Manila.

—Amor, ¿Podemos hablar?

—Claro, ¿Qué te pasa, Corazón? —se puso de pie y tomo tus manos, acariciando el dedo donde llevabas el anillo de oro.

—¿Vos me amas?

—¿Por qué preguntas eso, amor?

—Porque Denver es mejor y mas lindo que yo —te abrazo fuerte—. No voy a dejar que te vayas con él. No voy a perderte.

Sus palabras tan frágiles, vulnerables y cargadas de miedo te lo confirmaban.

—No me vas a perder. Ni tampoco me voy a ir con nadie teniéndote a vos —secaste las lágrimas que le habían salido y te beso.

—Prométeme que no me vas a dejar nunca.

—Te lo prometo.

Luego de desarmar la cama nuevamente, estabas acostada en su pecho con los ojos cerrados, sintiendo como su corazón latía tranquilamente y se alteraba ante una caricia tuya. Disfrutaban estar juntos de todas las maneras posibles. 

La Casa De Papel / One shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora