Te levantaste de tu cama al escuchar la música proveniente del tocadiscos de tu amigo.
<< ¿Qué le pasara a Andrés que escucha música a estas horas? >>
Corriste toda la ropa amontonada que tenias desde hace una semana.
<<Tendría que ordenar un poco este desastre>>
Eras muy floja, para que negarlo. Pero tu amigo argentino te hacia la competencia.
Si no fuera porque Berlín los regañara, el monasterio seria un chiquero. Literalmente.
—¿Qué mierda es esto? —levantaste lo que habías pisado. Una media agujereada del ingeniero.
Abriste su puerta y le tiraste la media en la cara. Ni cuenta se dio ya que estaba durmiendo.
—Es una marmota —niegas con la cabeza para cerrar la puerta.
Seguiste tu camino y llegaste donde Andrés estaba, pero, ¿Quién era el otro hombre? Obviamente no lo conocías.
Te escondiste detrás de una pared y observaste como bailaban <<Guajira Guantanamera>> de Compay Segundo.
Te llamo la atención la manera en la que bailaba el hombre de lentes, pero a la vez te gustaba.
Berlín se dio cuenta de que los estabas mirando, así que se acercó y te saco a bailar.
—Guantanamera, Guajira Guantanamera —canto mientras te daba vueltas, para que lla canción finalizara.
—Andrés, ¿Quién es ella? —pregunto Sergio mirándolos a ambos.
—Hermanito, ella es _______. Nuestra infiltrada en el Banco de España y también una gran bailarina, como acabas de ver —te abrazo por detrás—. ¿No es maravilloso?
—Mucho gusto —ambos se estrechan las manos luego de tu saludo.
—Lo mismo digo. Soy Sergio.
—Lo se. Me platicaron mucho de ti.
—____, _____ —dice en tono juguetón—. Sergio acepto ser parte del plan, ¿No es algo maravilloso?
—Lo es. Sobre todo, para Martín —sonreíste.
—Ve a despertarlo, anda —asentiste y saliste del lugar —¿Te gusta, hermanito?
—Andrés, por favor, ¿Cómo se te ocurre decir eso?
—Ay, por favor —su cara era incrédula—. ¿Tu las has visto? Es una diosa.
—Estas casado.
—Yo sí, pero tú no —sonríe de manera juguetona—. Date oportunidad de amar, Sergio. No seas un amargado —dejo de hablar ya que venias junto a tu amigo.
Tiempo después, entre las sabanas de su cama, le confesaste que habías oído esa conversación que tuvieron Berlín y el.
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La Casa De Papel / One shots
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