Mabel sabía que no podía esperar perfección de ningún plan. Su plan era vivir de su carrera, al final obtuvo el título universitario que tanto anhelaba, pero no fue más que otro papel acumulado en un armario lleno de sueños rotos y ropa bonita que nunca llegaba a usar porque el momento indicado parecía no existir. Según su experiencia, la clave en la planificación era improvisar sobre la marcha. Desde los días en que era solo Mabel enfrentándose a la adversidad hasta la formación del equipo Dinamita Bombastic, el objetivo siempre había sido sobrevivir a todo lo que la vida les lanzara, buscando soluciones a problemas que los habían puesto de rodillas.
Las metas bien definidas eran importantes, y ese era un punto que Mabel podía marcar con confianza en la lista de pendientes de su equipo. Sin embargo, resultaba aún más crucial mantener la flexibilidad necesaria para adaptar el plan a los contratiempos inesperados. Ya no le parecían exageradas las bromas de Lele y Cereza; realmente sentía que necesitaba un baño de ruda y ser azotada con cilantro, o con cualquier cosa capaz de espantar las malas energías que la acosaban. Aunque había analizado con extremo cuidado cada decisión que había tomado hasta ese momento, seguía sin poder descifrar cómo, cuándo y, especialmente, por qué había terminado en esa situación.
Se apretujó más contra Alondra, deseando que la asustada chica dejara de llorar. No había espacio para ambas en la diminuta jaula. La reja estaba ligeramente entreabierta, pero era un detalle imperceptible si no se prestaba atención, aún así, no se animaba a sacar ni un dedo por temor a ser descubierta.
Mabel tenía un brazo sobre los hombros desnudos de Alondra y le cubría la boca con firmeza para silenciar sus sollozos. Los ojos rojos y vidriosos de la chica aún mostraban un atisbo de neblina. Luchaba por recobrar la lucidez, pero Mabel sabía mejor que nadie lo difícil que era combatir las campanas y sus estupefacientes. Le hizo un gesto para que guardara silencio, y cuando estuvo segura de que entendía y podía mantener la calma, se inclinó lentamente en el estrecho espacio. Medio cuerpo quedó sobre el regazo de Alondra, con el trasero al aire, trató de espiar por el hueco casi a ras del suelo que dejó al ajustar la tela que cubría su jaula apurada.
Entre los autos estacionados y las demás cosas apiladas, Lucifer y Caníbal estaban enfrascados en una discusión consigo mismos.
— ¡¿Qué carajos haces, cabrón?! — gruñó una voz contenida, furiosa, que apenas lograba no romper el silencio de la cochera —. ¡¿Se te olvida que las órdenes las doy yo?!
El cuerpo se puso rígido, el semblante se enfrió y la postura se enderezó. Parecía el mismo hombre calvo con cadenas, pero su actitud era completamente distinta.
— Estoy haciendo nuestro trabajo — respondió ajustándose la ropa y doblando las mangas de la camisa —. Parece que olvidas que tenemos encargos que cumplir, Caníbal. Estás perdiendo la cabeza solo por querer medir tu fuerza.
De inmediato, las venas del cuello volvieron a marcarse. La furia coloreó de rojo su rostro hasta la garganta.
— ¡Hijo de puta! ¡Este juego es mío, tú no puedes...! — masculló dando la espalda al área donde estaban Mabel y Alondra.
Con esa breve y trastornada conversación, Mabel concluyó que Lucifer era la personalidad diplomática, quien manejaba los negocios, mientras que Caníbal los ejecutaba. Uno se encargaba de las relaciones con los gremios - quizá por eso Alva conocía su nombre -, y el otro era un bruto fuerte y desesperado por reconocimiento. No era una poción cambiaformas, sino otro lunático sobreexplotándose a sí mismo. Genial. Ahora la única pregunta que quedaba era: ¿Cómo demonios iba a salir de ahí antes de que los explosivos detonaran?
Quedar atrapada en una jaula no formaba parte del plan original. Aunque Mabel tenía el poder de decidir qué hacer, ahora dudaba estar realmente capacitada para ello. En la cima de la montaña, había optado por dividir al equipo en tres grupos. El primer paso del plan fue inscribirse en la competencia y llevar a Cereza, Eder y Gustav como distracción. La estrategia funcionó de maravilla al ver la fila de autos acumulándose en la línea de salida.
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Rever Arcade
AvventuraMabel quería dinero, una casa propia y felicidad. Aceptó entrar al mundo de juegos de Rever Arcade para buscar al hermano perdido de alguien, con la promesa de volverse ridículamente rica al terminar. Sin embargo, no esperaba acabar siendo dueña de...