Mabel se despertó renovada. La suavidad de la almohada esponjosa y la funda de algodón contra su mejilla la hacían querer estirarse como un gato perezoso al sol y disfrutar de la sensación de relajamiento que la invadía. Poco a poco, su mente comenzó a despejarse y a girar en torno a las extrañezas: ¿no estaban huyendo de una horda de demonios?
Abrió los ojos y se incorporó en la cama. Reconoció su habitación de inmediato, aunque con ciertas diferencias: la ventana había sido pulida hasta el punto de que apenas se notaba el cristal en el marco, solo visible gracias a los reflejos de la luz. No había ni una mota de polvo en los muebles carcomidos por el tiempo, y su viejo colchón había sido reemplazado junto con las almohadas gastadas y la ropa de cama prestada de Gustav. Todas las novedades en la habitación venían cortesía del piso VIP del sanatorio Ocaso, aunque probablemente no fueron una donación voluntaria.
También reconoció las flores en el jarrón sobre el escritorio y el pijama de paciente que llevaba puesto. Para completar el atuendo, le habían dejado un par de pantuflas junto a la cama para que pudiera moverse con más comodidad por la casa. No había espejos en la habitación, pero eso no le impidió peinarse con los dedos y limpiarse las lagañas antes de salir.
Por la luz, dedujo que era muy temprano, pero seguía siendo la última en levantarse. El pasillo le causó la misma impresión que su cuarto: era igual que antes, pero relucía de limpio. Lolo salió del cuarto de Eder y se detuvo sorprendida cuando la encontró.
— ¡Buenos días! — saludó la muñeca, agitando el plumero que llevaba —. ¿Quieres desayunar?
—Buenos días... ¿esta todo...? Eh... — se detuvo, reformulando su pensamiento —. ¿Sabes cuánto dormí?
¿Por qué tenía la sensación de que habían pasado semanas desde que subieron al helicóptero? ¡No podía creer que se había perdido su primer viaje en uno de esos! ¡Qué desgracia!
— Una noche. ¿Te sientes mal? — Lolo evaluó su tez desde su lugar y luego le palmeó la espinilla antes de continuar su camino —. Vamos, hay sopa esperándote.
Mabel la siguió con la mirada. La muñeca saludó a Vanila y Cereza, que subían por el porche trasero, la hada llevaba cargando una canasta de mimbre llena de corazones de ángel con el pajarito sobre su hombro. Cereza apartó la mirada brillante y gorjeó feliz al verla, pero no fue hacia Mabel. Vanila con ropa normal se veía aún más etérea y hermosa. Su estilo tenía un aire setentero, colorido y hippie: jeans de cintura alta y acampanados, una camisa de gasa con estampado de estrellas bajo un chaleco de mezclilla a juego con los pantalones y una cinta de la misma gaza que su camisa para apartar sus rizos del rostro.
— ¿Cómo te sientes? — preguntó el hada, tomándose un momento para evaluarla.
— Bien...
— ¡Genial! Significa que estás respondiendo bien al tratamiento — Vanila le hizo un gesto para que la siguiera a la cocina.
La peli-rosa dejó la canasta sobre la encimera y se acercó a la estufa, donde Lolo, subida en una pila de libros dispuestos como escaleras, blandía un cucharón con destreza, sirviendo un plato de sopa para Mabel. Vanila agradeció a la muñeca por el servicio y llevó el plato a la mesa.
— Sopa rica en antioxidantes, refuerza el sistema inmunológico, baja en grasa, ayuda a reducir el colesterol y está llena de vitamina D, B2, B3, B5 y potasio. Cultivada y cosechada por Lili, la calidad está asegurada — comentó alegremente.
Mabel tomó asiento bajo su mirada emocionada. No tenía hambre ni se le antojaba la sopa marrón frente a ella, pero se la comió por compromiso. Si ignorabas su aspecto de agua sucia, en realidad tenía buen sabor.
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Rever Arcade
AdventureMabel quería dinero, una casa propia y felicidad. Aceptó entrar al mundo de juegos de Rever Arcade para buscar al hermano perdido de alguien, con la promesa de volverse ridículamente rica al terminar. Sin embargo, no esperaba acabar siendo dueña de...