Capitulo 36| Gajes de la vida, sorpresas y palabras inesperadas

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¿Qué sucede con la cabra loca?

¿Por qué me dejó subir al asiento del copiloto?

¿Planea asfixiarme con el cinturón de seguridad?

No lo entiendo.

Nunca voy a entender a este hombre.

Ni siquiera entiendo sus gustos musicales.

Él tiene la manía de escuchar canciones que me asustan.

Vale, que son canciones clásicas de los setenta.

Marcel es un poco mayor que yo.

No demasiado.

Creo que nos llevamos como uno o dos años.

Es que esas cosas no las llevo en cuenta porque no me interesa mucho.

No que no me interesen los cumpleaños.

Me interesan.

Chicos guapos y comida gratis.

Vale, que gratis no es porque hay que llevar un regalo.

Lo que quiero decir es que no me interesa el cumpleaños de Marcel.

¿En que me quedé?

En los gustos musicales de Marcel.

¿Por qué siempre estoy hablando de él?

¡Ay!

¡Fuera de mi cabeza ahora!

Vale, mientras Marcel conducía rumbo a la casa estaba pasando un tema lento muy bajito. Sí, es por la manía que tiene este hombre por los ruidos fuertes. El asunto es que ambos estábamos en silencio, con ese tema tan romántico, mi estómago empezó a rugir como un león.

No, ese par de viejos no me invitaron a comer.

¡Con todo lo que les mostré la ciudad!

¿Sabes que me regalaron?

¡Una botella de agua!

Sí, debí pedirle algo a Ana.

Pero, es que el chisme de su novio nuevo me cortó el hambre.

Ahora, tengo hambre otra vez.

─ ¿Qué pasa contigo?─ Marcel, me pregunta.

¡Hombre!

¿Nunca te ha rugido el estómago?

─ Lo siento― dije, bajando la mirada con vergüenza―. ¿Puede conducir más rápido? Es que no he comido nada en todo el día.

─¿Por qué no comiste nada antes de subirte al auto? ― Marcel me reprochó.

─¿Cómo podía haberlo hecho? ¡Ese par de viejos solo paraban para tomar agua!― chillé―. De todas formas, ¿Por qué te quejas? Soy yo la que me muero de hambre por tu culpa.

Marcel hace esa expresión en la que sus ojos se desorbitan cuando esta sorprendido.

Me da mucha gracia cuando hace eso.

─ ¿Por qué es mi culpa?― Marcel me preguntó, sorprendido.

─ ¿Quién me envió con ese par de hombres? ¿Quién me dejó esperándolo por tres horas en la entrada del hotel?― me quejé.

─ ¿A quién le pago ocho mil euros? ¿Te dije o no que podías volver en autobús? ¿Por qué siempre te quejas?

Puede que él tenga un poco de razón.

¿Cómo cazar a un millonario?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora