Capítulo 92 | Sorpresas y charlas inesperadas

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Han pasado varios días de mi detención.

Nadie sabe dónde se ha metido Sandra.

¡Pensar que la tuve a mi lado tantas veces!

¡Y yo que me sentí conmovida por la historia de su vida!

¿Será real?

En este punto no le creo nada a esa mujer.

Vale, es un poco ingenuo de mi parte creer que ella podría tener un poco de compasión hacia mí.

También he estado hablando mucho con una oficial que está llevando el caso del homicidio de la ex novia de Marcel.

¡Que guapa es la muchacha!

Perdón, sé que es irrelevante pero quería decirlo porque fue tan amable al traerme algunos objetos de aseo y revistas.

¿Mi familia?

Vale, lo que sea que tengo ahí afuera.

Pues, no han venido a verme.

Lo entiendo.

Los niños no pueden verme por protección.

Joan podría venir a verme.

Pero, debe estar tan mal por todo lo que ha sucedido.

Y ni siquiera tengo idea si sabe que somos medios hermanos.

Le pedí a Julián que se lo mencione con la mayor delicadeza posible.

¿Marcel?

Bueno, él tiene sus propios asuntos que resolver.

No lo culparía por no querer venir a verme.

Sin embargo, no había notado lo mucho que me hace falta verlo o escuchar sus estúpidas e innecesarias quejas.

¿Sabes? Hasta soñé con él.

Vale, soñé con todo mundo.

Fue como la película de mi vida.

¿Es una premonición?

¿Estoy cerca de la muerte?

Sea lo que sea, no creo que sea peor que esto.

Sí, hay cosas peores en la vida.

Puedes nombrarlas  como quieras.

Pero, en mi situación esto es el fondo profundo.

― ¿Quieres algo de beber?― me preguntó, un joven policía de apellido Capdevila―. Todavía deben interrogarte más personas.

Me ha interrogado hasta el portero de la estación.

Estoy un poco cansada de contar la historia de mi vida.

Especialmente porque cada vez voy notando cosas que no me parecían raras pero que sí lo eran.

La gente dice: "Cada familia es un mundo".

Es que es verdad.

Hay cosas de nuestras familias que nos parecen normales pero conocemos a otras personas y nos damos cuenta que no. O, también notamos que hay gente que tiene costumbres muy diferentes a las nuestras.

En mi caso era normal que Sandra tuviese hijos sin conciencia alguna.

De hecho, no es la única persona en el mundo así.

¿Cómo podría sospechar que se robaba niños?

¡Se los dejaba a mis padres!

─No quiero nada─ le dije, negando con la cabeza.

¿Cómo cazar a un millonario?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora