Capítulo 6: Christian y Ana sin sexo

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Llegamos a la iglesia y Mégane y yo nos sentamos donde estaban los del coro

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Llegamos a la iglesia y Mégane y yo nos sentamos donde estaban los del coro. ¿No lo sabían? Cantaba en el coro de la iglesia y era la más mala de todos, era genial, lo sé.

Los ensayos eran divertidos y me encantaba ver a Alex, un chico que estaba loco por Mégane desde que la vio por primera vez en la iglesia y que siempre trataba de acercarse. Me maté de la risa cuando los seguí una vez y él le confesaba su amor.

Yo podía no ser muy religiosa pero me encantaba ver a los jóvenes enamorados y los plantones que les daban las chicas a los muchachos que se metían a la iglesia sólo por ellas.

El pastor nos miró fulminante, yo sólo reí. Él comenzó a hablar su sermón y yo bostece tan fuerte que toda la iglesia se dio cuenta, el padre volteó y me hizo señas para que me callara, sí claro, me callaría. Como siempre que hacía cuando iba.

Yo iba normalmente a la iglesia para acompañar a Mégane, desde pequeña quiso ir y Simón nos llevaba todos los domingos. Mi prima se quedaba tranquila como un angelito escuchando la clase de los niños pero yo me dormía o iba hasta donde los mayores para hacerles la vida imposible o hasta esconder las ofrendas.

—Sal de aquí —me susurró—. Hablaremos cuando pase el sermón.

Me levanté y salí arrastrando los pies y muerta de risa. Que mal que mamá no fue a la iglesia, estaría tan orgullosa de mí.

Justo salí afuera cuando Peter salió.

—¿Estás hoy más loca de la cuenta, Cath? —me preguntó.

—Sabes que soy así —dije encogiéndome de hombros.

—Sí, pero hoy te pasaste.

—Ay, cállate, pendejo, con razón Mégane no quiere fajar contigo. Seguro hasta virgen eres.

—¿Quién te dijo? —preguntó él sonrojado.

Yo no pude evitar matarme de la risa. ¡Yo sólo lo decía de broma, no pensé que era de verdad!, no podía creerlo que él, un hombre aún virgen. Él estaba con la mirada gacha y yo le revolví el pelo aún riendo pues no podía parar la risa.

—Oye —dije tratando de normalizar mi risa—, como que ya estás algo viejo para esperar al matrimonio.

—Es que no soy puto como tú —me dijo y yo le di una bofetada.

—No seas grosero, idiota, no soy puta, tengo novio y con él es que fajo.

—Ya, ok, perdón. Pero yo no estoy esperando a casarme.

—¿Entonces qué?, tu relación con Mégane ya es como Christian y Anastacia sólo que sin los latigazos y sin sexo —dije y él se sonrojó más de lo que estaba. ¿Eso era posible?

—Ya cállate, por favor —dijo él y yo lo golpee en la cabeza—. Auch, hoy parece el día oficial de golpea a Peter.

—No seas idiota.

—No soy idiota —dijo haciendo puchero, se veía tan tierno así.

—Eres muy tierno —dije acariciándole el pelo como si fuera un perro.

Vimos que las personas comenzaban a salir de la iglesia. ¡Al fin salió del sermón!, y ahora si podría ir a la discoteca con mi bebé.

Ay, esperen...el pastor quería hablar conmigo.

Nos sentamos en la acera para esperar a que Mégane saliera pues ésta saldría de último por estar en el coro.

Justo vimos a Mégane salir de la iglesia mientras hablaba con el padre. Agarré a Peter por un brazo y corrí con él hasta el auto de Simón para luego entrar.

—¿Qué te pasa? —me preguntó él volteando a verme desde el asiento del conductor.

—El pastor quiere hablar conmigo, pero yo quiero ir a la disco.

—Pero, ¿con quién irás? Még no quiere ir y yo sin ella no voy.

—Ella si irá, tan sólo no le digas.

—Se enojará —dijo y lo golpee—. Deja de hacer eso, se te está haciendo una costumbre.

—Sí, como sea.

Mégane entró al asiento de copiloto con una sonrisa de oreja a oreja que no le había visto en días, que bueno que estaba mejor, no me gustaba verla triste. Era mi mejor amiga además de mi prima y la amaba. No me imaginaba una vida sin ella, como mi madre siempre me había aconsejado.

Peter arrancó.

—¿A dónde vamos? —preguntó mi prima al ver el camino—. Peter, no...

—Oh sí, Még... —dijo él, wow, no pensé que él la contradijera.

—Si no paras me tiro del auto —lo amenazó.

—No lo harás —dijo él con una sonrisa.

En todo el camino Mégane se mantuvo en silencio, aunque sabía que estaba molesta no me arrepentía de nada. Yo la acompañaba a la iglesia, ella podía acompañarme a la discoteca un rato. ¿Qué tenía eso de malo? Tan sólo sería pasar un precioso tiempo de calidad conmigo.

Llegamos a la discoteca luego de un rato y bajamos. Mégane me miró molesta y se cruzó de brazos. Miró alrededor a la discoteca que siempre hemos venido. Suspiró con los ojos cerrados como siempre hace cuando está molesta y me miró con el ceño fruncido.

—¿Piensas que entremos en la discoteca con ropa de iglesia?

—Claro que no.

Saqué unas tijeras de mi bolso y para cortar nuestros vestidos hasta dejarlos muy reveladores. Así debía de irse a una discoteca, sensuales, pero sin mostrar mucho. Sólo como para dejar a los chicos que veamos algo abobados con nuestros atuendos y con ganas de ver más.

—Están muy cortos —dijo Peter molesto mirándonos de arriba a abajo.

—Sí, iremos a buscar a alguien que destape a Még.

Antes de que él dijera algo corrí con Mégane adentro de la discoteca. Rápidamente nos mezclamos por entre las personas que habían. La música sonaba a todo volumen y mientras caminábamos por entre las personas y iba tarareando la canción que sonaba.

—Bien —dije—. Tenemos 10 minutos antes de que tu virgencito nos encuentre.

—¿Qué haremos hasta entonces? —me preguntó.

—Buscar a alguien que faje contigo.

Querida Mégane/Querida JessyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora