Capítulo 21: Perra faldera

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Por un momento quedé helada

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Por un momento quedé helada. Se me habían olvidado completamente Simón y Daniela. Ellos habían sido casi unos padres para mí, casi. Y realmente si pensaba que era algo injusto que llegaran Lu y Matteo a sacarlos de aquí cuando ellos estaban haciéndose los muertos en otro continente, aunque no tuvieran la culpa de ello.

Ahora si estaba jodida. Jodida de verdad.

—Debemos resolver esto en la mañana —escuché la voz de Daniela decir.

—Tú cállate, perra faldera —gritó Lu—. Ustedes se van y punto.

—A nuestra habitación —dijo Simón y escuché pasos. Me alejé un poco y me escondí mejor.

Mis cuatro supuestos padres comenzaron a discutir fuertemente de una manera que me asustó bastante. Me quedé observándolos mientras discutían y en un momento me llené de cólera y salí afuera y empuje a Matteo y a Lu. Ambos se quedaron sorprendidos por mi intromisión y se quedaron con los ojos como platos. Simón se acercó por detrás y me abrazó y yo me abracé a sus brazos.

—Dejénlos tranquilos. Esta es su casa, busquénce otra —les dije y Matteo se pasó una mano por su pelo.

—Mégane... —comenzó a decir papá sorprendido. Mamá no decía nada, tan sólo se mantenía con la mirada fija en el suelo—. ¿Qué diablos estás diciendo?

—La verdad —dije con las cejas levantadas—, ustedes no pueden venir así nada más ¿A caso crees que no me sé la maldita historia? —dije y fui acercándome a él lentamente. Él retrocedió—. Se lo que haz hecho, Matteo Pasquarelli.

Realmente nadie me había contado la historia, sabía sólo unos relatos por conversaciones que Catherine había escuchado. Nadie nos quiso hablar nunca de lo que ha hecho la familia, sólo sabemos unas cuantas cosas.

—¿De qué estás hablando? —me preguntó titubeando.

—No me querías —comencé a decir—. Por tu culpa casi muero, si no hubiera sido por obra y gloria del espíritu santo ahora estuviera muerta —él frunció el ceño.

—¿Quién te dijo eso? —me preguntó—. ¿Y por qué hablas así?

—Mégane es cristiana —dijo Simón y Matteo comenzó a reír.

—No seas idiota, ni en un millón de años —dijo Matteo—. ¿Mégane? ¿Cristiana? Pero yo hasta la vi subir a su cuarto con un muchacho. Se parecía a Peter.

—¿Conoces a Peter? —le preguntó Simón pero luego guardó silencio—. Espera... —volteó hacía mí—. ¿Qué diablos hacías con Peter arriba, Mégane Sol Lí?

—Es Pasquarelli —dijo Lu—. ¿Era con Peter? Pero si él tiene como 26...

—¿Qué? —gritó papá—. No me digas que ya no eres virgen.

—Yo soy virgen papá —dije corriendo a esconderme detrás de Daniela—. Creo que deberíamos llegar a un acuerdo.

—¿Qué tipo de acuerdo? —preguntó Daniela, volteando un poco la cabeza para verme.

Mi cabeza daba vueltas por el sueño y por las bebidas que había consumido durante la fiesta. Aún así, sabía perfectamente lo que quería y lo que debíamos hacer para resolver el problema y estar todos en paz.

—Bueno... —comencé a decir—, arreglen primero lo de la casa y con quien me quedo puede ser una temporada en una casa y otra en la otra.

Todos guardaron un silencio sepulcral. Me quedé observándolos a todos. Estaban como pensando si era buena idea lo que les acababa de proponer. ¡Era de lo más sencillo! Así estaba con los que me cuidaron durante toda la vida y los que me dieron este sexy cuerpo. No quiero dejarlos a ninguno y este era un muy buen arreglo.

Quedamos todos callados por unos cuantos segundos más lo que me puso algo nerviosa. Crucé mis brazos esperando una reacción y bajé mi mirada observando mi pequeña bata blanca estilo siglo XIX que me llegaba hasta más arriba de las rodillas.

—Creo que está bien —dijo al fin Matteo con un suspiro.

—¿Qué? —gritó Lu—. No quiero que mi hija se esté acercando a tu antigua perra faldera.

—Uy —dije yo meneando mi mano y volteando a ver a Daniela—. Eso debió picar.

—¿A quién le dices perra? —dijo Daniela acercándose a Lu.

—No le faltes al respeto a mi esposa —dijo Simón señalándola.

—¡Vamos, dale duro, Luna! —gritó Matteo y yo reí.

Lu y Daniela se miraron fijamente. Me metí en el medio de ambas y por estar de árbitro me cayó tremenda bofetada de parte de Lu. Realmente no me dolió pero para joder me puse a llorar como una desquiciada. Como si en vez de darme una bofetada me hubiera pegado con un martillo en la cara. Me lancé en el suelo de rodillas y Simón corrió hacia mí junto con Matteo tratando de calmarme. Daniela se abalanzó sobre Lu y comenzó a golpearla, pero claro, Lu no era pendeja y le comenzó a devolver los golpes. Yo me sequé las lágrimas lentamente y voltee a verlas.

—¡Dense duro! —grité y Simón junto con Matteo me miraron extraño.

Lu dejó a Daniela y ambas me miraron molestas. Luego, se acercaron a mí y comenzaron los cuatro a regañarme. Yo simplemente me levanté y me fui a mi cuarto. Ellos me siguieron y yo me lancé a la cama.

—Esto es inaudito, Mégane Lí —dijo Simón, el más maduro de todos—. No sé qué te ha pasado ahora. Desde que tienes dieciséis eres todo un demonio. ¡Antes eras un ángel!

—Las personas a veces son lo que creemos, Simón. Todos cambiamos o tal vez nunca supiste como soy en realidad. Soy una Pasquarelli, la maldad está en mis venas —me levanté de la cama y me acerqué a los cuatro—. Lamentablemente soy la desgracia para esta familia, soy la peor de todos ustedes y espero que sigan vivos para ver lo que les espera.

Los esquivé y bajé las escaleras tranquilamente para luego irme corriendo por la puerta de atrás e irme a la casa de Itzitery para ver a Catherine.

Querida Mégane/Querida JessyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora