Querida Jessy | Capítulo 22: Minirubios

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•Jessy•

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•Jessy•

Si yo pensaba que estar con mi familia era lo peor que me podía pasar, hoy me arrepentía grandemente.

Mientras me mantenía tratando de concentrarme en el parcial de matemáticas, uno de los chicos idiotas no paraba de golpearme el asiento y yo luchaba con todas mis fuerzas para no voltearme y hacerle lo mismo que a la pobre chica de mi otra escuela en Londres, a la que le partí la nariz.

Aunque este chico se merecía algo peor.

Miré a Caroline por unos instantes y ella sólo se encogió de hombros y le lanzó una mirada al chico. Tenía al otro a sus espaldas, pero éste le lanzaba papelitos al pelo, cosa que al parecer ella no sentía. Me pregunté cuánto tiempo tendría que soportar a aquellos idiotas antes de que la directora se dé cuenta que fue una mala idea aceptarlos aquí.

—Cálmate, Jessy —me susurré a mí misma y di unas cuantas respiraciones escribiendo unas cuantas fórmulas para ver si me acordaba de cuál era la que iba—. Es sólo un mozalbete que no encuentra que hacer con su vida, no le hagas caso.

—Profe —escuché que dijo el chico detrás de mí y dejé de escribir—. Jessy está hablando sola.

La profesora de matemáticas levantó la mirada del registro escolar y nos miró con incredulidad.

—¿Y eso a ti qué te importa? —exclamé volteando a verlo con ojos llameantes. No podía seguir aguantándolo, ese tipo me iba a volver loca. Él y sus otros tres amigos que se creían los reyes del lugar.

—Profesora, me da miedo. Y no me deja concentrar —volvió a hablar el tipo y dejé caer mi cabeza en el pupitre. Si no lo golpeaba, yo no me iba a quedar tranquila.

—Michael —comenzó a decir la profesora con delicadeza—, de seguro está repasando lo que se sabe. Sólo ignórala, ¿de acuerdo?

—No puede, es de concentración nula —comencé a decir con una mueca de satisfacción en mi rostro. Al menos podría molestarlo con palabras. El chico era muy suceptible—. Necesita que todo esté en total silencio para poder concentrarse.

—Cállate, rubia hueca —soltó de pronto y la profesora lo mandó a guardar silencio—. ¡Pero mire lo que me dijo!

—No puede ver lo que dije, idiota —respondí y la profesora se levantó de su lugar de pronto.

—O se callan, o les quito el examen —nos advirtió.

Ninguno volvió a hablar.

Cuando al fin fui libre de aquel calvario, me quedé con Caroline estudiando para la siguiente lección de Historia. Todo en el colegio estaba por demás calmado, lo que agradecía internamente. Mi paciencia había llegado a límites que no sabía que existían hasta que llegó el cuarteto de pendejos. ¡Incluso sentí mi rostro enrojecer de ira! Eso no me pasaba muy a menudo, pero en los últimos días era algo con lo que mi día no podía terminar.

Querida Mégane/Querida JessyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora