Querida Jessy | Capítulo 31: La gatita castaña

15 5 0
                                    

•Catherine•

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

•Catherine•

—¡No, Edward, no! —grité mientras reía a carcajadas. Mi novio seguía persiguiéndome por la habitación y parecía que se estaba divirtiendo igual que yo a pesar de que la había frustrado sus planes.

—Ven aquí, gatita —me dijo intentando alcanzarme.

Era muy divertido. Dejé que Edward llegara al punto de desnudarme y luego me levanté de la cama diciéndole que no haríamos nada. Me cubrí con la sábana para ir a buscar algo de comer y él comenzó a perseguirme, y entonces, comenzó nuestra persecusión en la habitación.

—No, no. No tendrás este cuerpecito —le dije tratando de que no se me cayera la sábana que cubría mi cuerpo totalmente desnudo, a la merced del chico si era lo bastante rápido para atraparme.

—¡Ya verás! Te voy a atrapar —me amenazó y yo le saqué la lengua.

Volví a correr pero lamentablemente me tropecé con algún zapato del pendejo y caí en la cama con la sábana abierta, de espaldas. Escuché un silbido de Edward y segundos después lo sentí encima de mí, besándome la cabeza.

—Te tengo, gatita castaña —me dijo echando mi pelo a un lado y comenzando a besar mi cuello, lo que me provocaba cosquillas. Yo comencé a reír con delicadeza y él comenzó a pasar sus manos por los costados de mi cuerpo.

—Cuidado en dónde metes las manos —le advertí y él sólo se rió llevando una de sus manos hasta mi ombligo.

—¿No puedo ponerla ahí? —me preguntó y comenzó a hacer pequeños círculos alrededor de mi ombligo, lo que, debo decir, me ponía a mil.

—Todo lo que quieras, bebé —le dije y ladee un poco la cabeza para verlo y noté una sonrisa en su hermoso rostro.

Edward me volteó con suavidad y quedamos frente a frente. Se alejó un poco y me señaló la cama, con lo que yo, jugando a ser obediente, me acosté como una niña buena, boca arriba. Él sonrió y me lanzó mi ropa interior, por lo que yo me la puse enseguida. ¿No quería faje? Mierda, yo quería seguir tentándolo.

Me quedé recostada al terminar de semivestirme y le sonreí con coquetería al chico que andaba en boxer por la habitación. Sacó una mochila de su armario y de allí, unos cuantos marcadores. Fruncí el ceño y me senté con algo de incredulidad. ¿Acaso pensaba...? No, no podía ser eso. Deja los pensamientos pervertidos, Catherine Lí, no te están haciendo mucho bien estos días.

—¿Qué vas a hacer con eso? —pregunté ya sin aguantarme la curiosidad. Vamos, ustedes ya saben lo que pensaba que él iba a hacer con esos marcadores y no era nada inocente.

Él no me respondió, tan sólo se sentó a un costado de la cama y abrió uno de los marcadores. Yo me crucé de brazos y me observé el ombligo, recordando las suaves caricias que Edward me había dado y tan sólo recordarlas me ponían, en serio. Edward tenía ese algo que me hacía explotar. Yo siempre creí que era fuego, pero Edward a mi lado me hacía sentir como una pequeña llamita. Él era como el caos ardiente que llenaba mis pensamientos cuando estaba cerca, porque, de alguna manera, hacía que olvidara lo demás, como si lo único que tuviera importancia fuera él. Y me encantaba, comenzaba a enamorarme de él, y sabía que era una muy buena decisión.

Querida Mégane/Querida JessyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora