Capítulo 10: Las perras se preñan

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Cath me miró con los ojos como platos y se alejó de mí asustada

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Cath me miró con los ojos como platos y se
alejó de mí asustada. Negaba con la cabeza y se negaba a mirarme, claro, Catherine Lí siempre había sido una miedosa empedernida.

—Ay no —decía—. No, Mégane. No iré a desenterrar a tus padres.

—Pero, Cath...

—NO —me interrumpió—. No puedo ni siquiera acercarme a uno, fue un milagro que haya ido con Peter a buscarte el otro día. Eso de los muertos no es lo mío.

—Catherine, por Dios —comencé a decir—, están MUERTOS, no te van a hacer nada.

—Eso crees tú —dijo y comenzó a caminar—. ¿A caso no me haz obligado a ver todas esas jodidas películas que hacen que me haga encima?

Puse una mano en mi frente y negué divertida. Catherine era muy inmadura. Era cierto que siempre hacía que mirará películas de terror conmigo pero no era para tanto. Yo pensaba que ella las disfrutaba al igual que yo, obviamente me daban miedo pero eran una forma muy divertida de pasar el tiempo.

—Vamos a ir —le dije.

—No —sollozó ella—. De seguro hasta se me sale el niño del susto.

—¿Qué niño?

Cath miró detrás de mí completamente pálida y yo voltee algo asustada; Itzitery.

Ella nos observaba con curiosidad y con furia. Sabía exactamente qué era lo que pasaba pero quería escucharlo decir a la Cath misma, pero ésta parecía que no podía articular ni una sola palabra.

—Dime que es mentira —le pidió su madre.

—Para qué te digo que no si sí —dijo Cath al fin.

Itzitery cerró los ojos un segundo para luego abrirlos y decir todas las hermosas groserías que había aprendido por toda su vida. Abrí mis ojos hasta más no poder por la impresión y Cath retrocedió asustada y se pegó a un árbol que había detrás de ella.

—Oye, por qué yo te dije que usaras los malditos condones si no te esperabas al menos a que fueras mayor de edad —le dijo en un tono de voz normal pero con toda la furia del mundo.

—¿Y tú creías que yo quería quedarme embarazada? —le dijo Cath ya tomando valor de no sé dónde y acercándose.

—Pues te deshaces de él o algo haces.

Ambas se acercaron hasta estar frente a frente pero mis sensores se activaron cuando escuché lo que dijo Itzitery.

—¡No! —dije interponiéndome entre Cath y Itzitery—. ¿Qué hubiera pasado si Karol hubiera decidido abortar cuando supo que estaba embarazada?

—Yo no tuviera una hija preñada —dijo Itzitery cruzándose de brazos.

—¡Oye, yo no estoy preñada! —exclamó Cath—. Las que se preñan son las perras.

—Por eso —dijo Itzitery y la tomó del brazo—. Pues si no vas a abortar se lo dirás a Lí.

—Sí, pero ahorita no —dijo Cath—. No quiero sus reproches ahora. Tengo algo que hacer.

—¿Qué?

—No te incumbe.

Cath me agarró del brazo y salimos corriendo de Itzitery, claro que no nos siguió pues es muy haragana y le daría flojera seguirnos. Luego de que no la tuvimos a la vista Cath y yo comenzamos a caminar normalmente hasta la casa de Peter.

Cath tiene razón. No puedo estar sin hablarle a mi novio justo después de haber hecho el amor, eso es ridículo.

En el camino fui pensando en lo que le diría, tal vez un lo siento, amor, sólo me daba vergüenza verte luego de esa noche de faje ardiente o al menos algo por el estilo. Me sentía muy nerviosa y no sabía muy bien qué le diría. Tal vez podría hacer como si nada hubiera pasado y seguiríamos normalmente su relación.

Esa era la mejor idea que se me había ocurrido.

Llegamos a su casa y tocamos la puerta, segundos después nos abrió Peter. Se veía tan lindo como siempre, su pelo estaba despeinado y tenía una pequeña barba de tan sólo días. Vestía una camisa blanca y unos vaqueros negros, estaba descalzo y tenía ganas de abrazarlo y besarlo.

Él primero miró a Cath con una sonrisa y luego fijó su vista en mí, rápidamente se tensó.

—Ho...hola, Még —me dijo algo nervioso, yo sólo pude sonreír.

—Sí, a mí también me alegra verte, Peter —dijo Cath—. Vístete que nos vamos.

—¿A dónde? —preguntó confundido y desviando su mirada a ella.

—A desenterrar a los padres de Még.

Ow, que buena prima tenía. No pensé que en serio me ayudaría en la estúpidez que se me ocurrió ahora, pues ella era muy pendeja con cosas de muertos y eso.

Peter nos dio el paso y entramos a su casa mientras él subía a arreglarse.

—Oye —me susurró Cath cuando él ya no estaba—. Sube y fajatelo.

—No tendrás nada en la cabeza sino en otro lado —dijo picándome un ojo y yo reí.

Nos quedamos en silencio los siguientes cinco minutos pues Cath observaba la casa de Peter para ver si había traído una “amante” en el tiempo que no nos vimos; paranoica.

—Listo —dijo Peter bajando—. Tengo unas palas en el garaje, déjenme buscarlas.

Cath y yo salimos para luego subir a la camioneta de Peter. Luego de haber puesto las palas en la parte de atrás del Jeep se subió al asiendo del conductor y nos dirigimos al cementerio. Los nervios me carcomían por dentro. ¿A caso me condenaré por meterme en las tumbas de mis padres? —aunque dudo no estar condenada ya— No creo que sea tan buena idea, ellos ya están muertos y debo dejarlos descansar en paz. Pero necesito verlos. Tengo tanto tiempo sin hacerlo, aunque sólo vea unos esqueletos comidos por gusanos, los estaré viendo y eso me será suficiente, aunque claro, no estaré visitándolos de esta manera a cada rato.

—Llegamos —dijo Peter. Por un momento ninguno de nosotros dijo nada—. ¿Segura que quieres hacer esto?

—Sí —dije.

Cath salió como loca del Jeep al ver a Jasson que pasaba por aquí. Genial, nos ayudará a desenterrar. El cuarteto está completo.

Peter y yo bajamos y Jasson se acercó a la Jeep para ayudar a Peter a sacar las palas, justo había entrado cuatro. La noche estaba muy fría y oscura. Cada vez que respirábamos podíamos ver nuestros alientos y todo le daba un aire más creppy a todo.

Pasamos los portones del cementerio y comenzamos a caminar buscando la tumba de mis padres. Cath iba pegada a Jasson y había puesto a Peter a su otro lado por protección, no pude evitar reírme y seguí con mi camino hasta que encontré las dos tumbas.

Matteo James Pasquarelli Piña.
Luna Adrianne Valente.

Sentía que comenzaba a faltarme el aire pero yo respiré profundo y pasé las manos por mi pelo para tranquilizarme.

—Bien —dijo Cath—. A desenterrar.

Peter dio el primer palazo y nosotros le seguimos. Duramos media hora cavando hasta llegar a la tumba de papá la cual sería la primera que viéramos. Estábamos llenos de tierra y sudados, había sido un muy duro trabajo y me sentía cansada tanto física como mentalmente. Toqué su tumba y sentí un estremecimiento seguido de un calor en la palma de mi mano.

Peter abrió la tumba y yo me desmayé.

Querida Mégane/Querida JessyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora