Capítulo 22: Willy Wonka

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Catherine

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Catherine

Estaba en mi habitación haciendo la tarea. Sí, era extraño que Catherine Lí estuviera haciendo tarea pero papá me tenía bien vigilada y debía de portarme bien pues lo había estado escuchando hablar con mamá sobre una futura boda mía y de Jasson.
No me iba a casar tan joven, antes mataba a este pequeño monstruo que estaba en mis tripas molestando. El hijo de puta me hacía comer bastante y ya estaba comenzando a engordar más de lo que estaba haciéndolo ya desde hace meses. No sabía cuántas libras llevaba pero eran demasiadas. Ya parecía ballena andante. Creía que debía ponerme a dieta, o tomar la dieta en serio porque llevaba como una semana en dieta y en vez de adelgazar había engordado. Maldito chocolate, es que era tan bueno, parecía que me llamaba y me decía: Ven, Catherine, cómeme.

—Cath —escuché a alguien de no sé dónde.

Miré a los lados pero no había nadie. Bajé mi lápiz lentamente y miré hacia la puerta de mi habitación pero no había nada ni nadie.

—Wow, soy tan mala que ya el diablo me habla —dije asustada y me cubrí con las sábanas rojas de mi cama—. ¡Mami!

—¡No seas pendeja! —escuché la voz más cerca y me acurruqué más.

—Tranquilo, Misifus —le dije a mi hijo acariciando mi vientre—. Estaremos bien. El diablo no te hará nada.

—¡Coño, Catherine, soy Mégane! —gritó la tarada de mi prima sobresaltándome—. ¿Y quién diablos es Misifus?

Me destapé de las sábanas con un bufido y las lancé a un lado algo molesta. Tomé mi cuaderno y lo lancé al otro lado de la habitación. Me levanté y desde donde estaba la vi por la ventana.

—¡Entra y ya, pendeja! —le grité acercándome a la ventana y la abrí. La vi en las ramas de un árbol—. ¿De quién huyes? —le pregunté en voz baja.

—Del huracán de mi casa —dijo entrando a la habitación.

Ambas nos sentamos en mi cama y me comenzó a narrar lo que pasó después de la fiesta. En serio esa pendeja tenía una vida interesante. No como yo, que me embarazaba y tenía que hacer de todo para que no me casen tan joven.

Esperen. ¡Mis padres no se casaron cuando Itzitery salió embarazada! ¿Por qué me tengo que casar yo entonces? Deben de dar ejemplo.

—¿Sabes? —comencé a decir—. Creo que deberíamos escaparnos.

—¿Tú, yo y Misifus? —me preguntó extrañada.

—Claro, nena —le dije y me levanté para buscar unas galletas de chocolate que escondí en una gaveta de mi cuarto.

—¿Qué diantres? —dijo ella—. ¿Tienes la fábrica de Willy Wonka en tu cuarto?

—Sólo lo necesario —le dije y sonreí—. Mis padres dicen que como demasiado, pero es que Misifus no se llena. Ahora como por dos.

—Eres una tonta —dijo meneando la cabeza. Me senté a su lado y tomó una de mis galletas de chocolate con chispas—. Están buenas.

Nos quedamos un buen rato tranquilamente hablando hasta que a mí me dieron tremendas ganas de vomitar y salí corriendo al baño para hacerlo. Me agaché frente al retrete y expulse todas las deliciosas galletas y hasta el cereal que me había comido antes, y la torta de chocolate, y los waffles, y las fresas con crema, en fin, todo, dejándome un extraño sabor en la boca. Me levanté cuando creí terminar y lavé mi boca con agua y luego con enjuague. Salí a la habitación pero cuando iba a sentarme sentí de nuevo arcadas y vomité a Mégane en el pelo. Saltó disparada de la cama gritando molesta.

—¡Mierda, Catherine! —me gritó—. ¡Para eso está el baño!

Y no sabía por qué diablos, pero me puse a llorar fuertemente. ¡No tenía por qué gritarme! Me hizo sentir bastante mal. No le hice nada, tan sólo le vomité encima. Ella no tenía derecho a andarme gritando de esa manera.

Se acercó a mí e intentó abrazarme pero le di un manotazo y la alejé de mí. Claro, después de gritarme viene a llorarme. Pero no, Catherine Lí no es de las que perdona fácilmente.

—Perdón —me dijo Mégane—. Sé que debe ser difícil estar embarazada. Vómitos por todos lados y eso.

—Te perdono —le dije con una sonrisa y luego la golpee—. Pero si vuelves a gritarme te castro —ella puso una cara extraña, demasiado maléfica—. ¿En qué piensas?

—Hace tiempo —dijo y se acercó a mí poniendo su brazo entre mis hombros—. O hace poco, conocimos a Tyler y realmente desde hace poquito quiero intentarlo con él.

—¿Intentar qué? —le pregunté—. ¿Un hijo?

—No —dijo alarmada—. Castrar.

La miré por un momento analizándola. Su maldad había ido creciendo al pasar el tiempo. Sus ideas no son las mismas que la de la abuela o incluso las de mamá que asesinó dos niños sin darse cuenta y lo demás que hizo no fue tan malo. Mégane no era mala, claro que no, era mucho peor que eso y temía arrepentirme algún día de haberla iniciado a seguir la tradición familiar. Pero dudaba que se excediera. Castrar no era tan malo, lo hizo una de las amigas de la abuela. Sería divertido.

Le sonreí y levanté una ceja.

—¿Cuándo ponemos manos a la obra? —le pregunté y ella sonrío.

Antes de que volviera a acercarse a mí le rogué que primero fuera a darse una ducha. El olor a vómito de su cabello ya me estaba mareando y no quería usar su cabeza de retrete otra vez así que ella sonrío y fue al baño para ducharse.

Me senté en mi cama y continué comiéndome las galletas cuando la puerta de mi habitación se abrió de golpe y entró papá furioso. Detrás de él, estaba mamá y con sus labios artículaba: Lo siento. ¿Qué estaba pasando?

—¿Cómo es eso de qué no te vas a casar con Jasson? —gritó furioso—. ¡Te vas a casar con él te guste o no! —me levanté y caminé hacía él.

—¡No me casaré con Jasson! —dije en el mismo tono que él—. Soy demasiado joven. Además, tú no te casaste con mamá cuando estaba embarazada de Simón.

—Ella era mayor de edad —dijo entre dientes, como guardando su furia—. Sólo tienes dieciséis y nadie te mandó a no aguantarte. Ahora aceptas las consecuencias.

Sentía mis ojos picar y sabía que las lágrimas saldrían en cualquier momento. No quería casarme con Jasson y no era que no lo amara, sino, simplemente, que no me apetecía hacerlo tan joven.

—Pero, papá... —dije ya llorando—. No tiene nada de malo que no estemos casados —él suspiró.

—Todos estarán hablando de ti —dijo y se pasó la mano por el pelo—. Eres mi hija y quiero lo mejor para ti.

—¿Estás hablando en serio? —le dije—. ¿Destruiras mi vida?

—Sí. No tienes vergüenza y no permitiré que se hable de ti —dijo molesto más de lo que estaba—. ¡Te vas a casar con él!

Rompí en llanto.

—Soy muy joven —dije con voz entrecortada.

—Pero no lo suficiente para mantener tu maldita virginidad. O al menos, para saber usar condones —dicho esto salió del cuarto dando un portazo.

Mamá me miró por un momento y luego salió de la habitación. Me senté en mi cama, no lloré, tan sólo pensé en mi futuro y acaricié mi vientre. Tal vez fue mala idea el pensar tenerlo. Tal vez deba despedirme de Misifus y continuar con mi vida. No se me notaba mucho el vientre y creo tal vez sería fácil deshacerme de él.

Querida Mégane/Querida JessyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora