Capítulo 42: Negocio familiar

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Al pasar los días me la pasé entre estudiar y quedarme sola en mi habitación escuchando música. Era algo que me relaja y deseaba hacer —aunque tenía tiempo, desde que dejé el título de niña buena, que no lo hacía— pasaba mucho tiempo con Daniela y Simón casi nunca estaba en casa.

—Tal vez podríamos ir a un spa hoy —me dijo Daniela para animarme.

—Por supuesto —le dije con una sonrisa.

Nos preparamos y salimos de la casa en mi auto para ir a un spa en el centro de la ciudad. Necesitaba relajarme de una vez por todas. Ya hasta tenía todos mis libros de la escuela grabados en la memoria de tanto que los había leído.

Daniela se encontraba demasiado pensativa mientras miraba por la ventana. ¿Se habrá dado cuenta de lo que ha pasado en todo este tiempo? ¿Qué Simón le es infiel con esa mujercita? Nunca lo quise confrontar. Es la vida de ellos y no debo entrometerme.

Llegamos al spa y aparqué en el estacionamiento. Bajamos y nos encaminamos hasta la recepción. Al parecer Daniela había hecho una cita desde hace algunos días y al llegar una de las dependientas nos llevó a una de las salas.

Nos pusimos unas batas para ir hasta la sala de masajes y cuando llegamos tuvimos que esperar unos minutos.

—¿Cómo te está yendo en clases? —me preguntó.

—Bien —respondí—. ¿A ti cómo te va?

Ayer Daniela me contó que había comenzado a hacer una maestría en una pequeña universidad.

—Bien —me dijo—. He conocido a personas muy amigables y soy parte de un grupo de estudio.

—Que bien —dije sinceramente.

Una mujer de unos treinta y tantos años llegó y nos dijo que era nuestro turno de ir a la sala.

Cuando nos acostamos en las camas los chicos que nos harían los masajes no tardaron en llegar. En la pared del frente había un espejo y no podía evitar fijarme en lo buenos que estaban ambos.

—Hey, nenes —los llamé y ambos miraron al espejo—. Sus esposas deben estar felices con esas manos mágicas que tienen.

—No estamos casados —respondió el que masajeaba a Daniela.

—¿Novia? —intenté de nuevo.

—No —dijeron al unísono.

—Uff —solté—. Aún así, me imagino lo mucho que pueden hacer en la cama con esas manos. Y los dos juntos...

Querida Mégane/Querida JessyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora