Capítulo 43: Decisiones

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Corrí y abracé a Daniela intentando calmarla mientras observé a Simón. No lo culpo, todos somos humanos y cometemos errores. Sólo fue una vez, espero, pero eso no quita el hecho de que le haya sido infiel a Daniela.

Ella se ocultó entre mi pelo y sollozó. Simón tenía los ojos rojos y la camisa abierta, clara muestra de que había llorado. No me dio pena en lo absoluto. Si Daniela se enteró y la perra esa salió del edificio es porque estuvieron fajando aquí hace tan sólo un rato.

—¿Cómo pudiste? —le pregunté y él bajó la mirada.

—Yo... —comenzó a decir y suspiró—. Lo lamento.

—Creo que es algo tarde para eso. ¿No crees? —dijo Daniela aún abrazada a mí.

—Dani... —le decía Simón y se acercó a nosotras—. Lo lamento tanto, yo te amo...

—Hijo de puta —dijo y lo encaró. Le dio tremenda bofetada que hasta a mí me dolió—. A veces, no podemos evitar herir a las personas que amamos. Pero todo el mundo tiene un límite. Si hubiera sido una vez, te perdonaría. ¡Pero esa desgraciada es tu amante!

—¡Sólo me acosté con ella una vez!

Otra bofetada y Daniela lo agarró del cuello de su camisa.

—No seas mentiroso —le dijo ella molesta.

—Es la verdad. Lo demás fueron besos y caricias —otro golpe—. ¡Maldición!, si digo que no tuve nada con ella está mal pues no me crees, pero si te digo la verdad me golpeas. ¿Qué jodidos quieres?

—¡Qué esto nunca hubiera pasado! —gritó Daniela con lágrimas bajándole por las mejillas.

Ambos se miraron por unos instantes pero Simón desvió la vista. Me di media vuelta para caminar hasta mi habitación y encerrarme ahí.

Cerré la puerta y pegué mi frente a la fría madera. Pequeños sollozos comenzaron a salir de mis labios aunque yo no entendía muy bien por qué.

Me senté en el suelo aún apoyada en la puerta e intenté calmarme. Pero mi vida se estaba derrumbando. ¿Cómo podía estar tranquila? Simón y Daniela era lo más cercano a una familia que yo tuve en mi vida y ahora tal vez se divorcien.

Cada día que pasaba me iba decepcionando más del amor y me estaba dando miedo llegar algún día a casarme. Las cosas a mi alrededor se iban poniendo cada vez más feas y me hacían extrañar más a Peter.

Escuché los pasos de Simón y Daniela por el pasillo y luego un portazo. Tal vez se habían encerrado en su cuarto. O Daniela le había cerrado la puerta en la cara. La cosa es que ya no los escuchaba discutir y eso me calmó, pero sólo un poco. Los demonios aún seguían rondando por mi cabeza y no podía detenerlos.

Querida Mégane/Querida JessyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora