Querida Jessy | Capítulo 30: Grandecita para pendejadas

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•Mégane•

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•Mégane•

Salí de la casa echando humo de las orejas. Desde hace un tiempo me enojaba con facilidad, bueno, desde que Cath y yo ya no éramos mejores amigas. Sólo primas. Y lo peor de todo es que la extrañaba mucho, pero yo no iba a continuar con una amistad que lo único que hacía era destrozarme la existencia.

Finn estaba apoyado en su motocicleta cuando salí. Estaba hermoso con una camiseta blanca y jeans negros. Tenía el pelo desordenado y sonreí como tonta al ver que sus ojos brillaban cuando me contempló.

—Még —fue lo que dijo con una sonrisa matadora. Yo me acerqué cuando él abrió los brazos y lo abracé con fuerza—. ¿Cómo estás?

—Excelente, ¿y tú? —pregunté con tranquilidad. No me gustaba contarle mis problemas a Finn, no quería preocuparlo.

—Bien, pero no creo que seas sincera —me dijo y yo levanté una ceja. Él sólo rió y se montó en su motocicleta.

—Sólo sube, ¿de acuerdo?

Asentí e hice lo que me pedía. No quería que comenzáramos a ahondar en el tema de mi vida, ya estaba harta de ella, así que era mejor despegarme de todo por un buen rato y divertirme de la manera más sana que podía, porque yo no había olvidado a Dios. Claro que no. Él me sostenía tan fuerte y no me dejaba alejarme, como si yo estuviera destinada a estar a su lado para siempre.

El camio hasta el departamento de Finn no fue muy largo, llegamos en cuestión de minutos y me di cuenta de que Edward y Cath estaban en frente del edificio, bebiendo de una botella de vodka, riendo alegremente, como si en la vida nada importara. Tuve que respirar varias veces antes de calmarme. Cath ya se iba mañana para estudiar en Estados Unidos y se llevaría a Andrew. Me dejaría aquí sola y creo que yo debía de arreglar las cosas con ella. No para ser tan unidas como antes, pero si para quedar al menos como familiares que no se odian.

Finn tomó mi mano de manera desprevenida, voltee a verlo y él sólo me sonrió para luego dejar un ligero beso en mi mejilla. Sentí que mi corazón comenzaba a latir con fuerza a causa de los nervios. Tenía que enfrentarme a Cath y mi novio me estaba dando fuerzas. Sé que él sólo trataba de ayudar, pero sólo empeoraba todo lo que estaba sucediendo.

El chico de ojos azules prácticamente me arrastró hasta donde estaba la pareja. Mi prima borró la sonrisa de su rostro por unos segundos al verme frente a ella, pero luego comenzó a reír y le dio un largo trago a la botella que tenía en sus manos.

—Mi querida Mégane —me dijo y sentí mis mejillas enrojecer—, que coincidencia que nos encontráramos.

—No te hagas la idiota, sabías de esto —le reproché y ella se restó a bufar, restándole importancia a mis palabras.

—Es cierto que lo sospechaba, pero no le di importancia. Eres tan imbécil como para echar a la basura diecinueve años de amistad. De la mejor calidad —le dio un gran trago a la botella y luego me sonrió—. Pero, en realidad, no me importa. Si ya no quieres ser mi amiga, puedes irte a la reverenda mierda.

Querida Mégane/Querida JessyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora