Capítulo 44: Sorpresa

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Los días pasaron y mi mente se fue aclarando. Me sentía algo más viva. Alex se sorprendió bastante cuando me vio el Jueves pasar las puertas de la iglesia para el estudio juvenil al que había pasado tanto tiempo sin asistir.

Todos me observaron, claro, seguro recordando la última vez que me vieron. Me senté al lado de Alex y le sonreí sinceramente. Me sentía libre, normal, sin ninguna carga.

—Mégane —dijo John, el joven que se encargaba de dar el estudio. Se veía bastante sorprendido por verme ahí—. Es... una grata sorpresa que estés aquí.

—Haz vuelto —dijo Marianne con una sonrisa. Era una muchacha con pelo color miel y unos ojos verde pino.

—Sí —dije y por mucho tiempo, no utilicé el sarcasmo.

Ella volvió a sonreírme y entonces John comenzó el estudio, pero primero oramos y cantamos unas canciones mientras Alex tocaba la guitarra. Me sentía como en casa, pero también me sentía muy hipócrita.

'¿Luego de todo lo que hiciste vuelves como si nada?'

Casi me sobresalté. No era mi angelito, aunque se parecían. Era una pequeña versión de mí con cachitos y vestía de rojo. Ah y tenía unas alas negras. Aunque debo decir que le quedaban muy bonitas.

—¿Y mi ángel? —le susurré pues nunca la había visto.

—Te haz convertido en tu propio ángel, Mégane. Está dentro de ti —me respondió.

Le creí, por el simple hecho de que siempre que lograba controlarme y era buena persona, mi pequeño ángel desaparecía y no lo volvía a ver. Pero nunca había visto ese pequeño demonio, tan siniestro y con ganas de destrozar vidas.

No le puse caso luego de eso y escuché a John. Me estremecí cuando comenzó a hablar sobre el pasaje de Lucas 15:11.

La parábola del hijo pródigo.

Escuché atentamente las palabras de John qué, a pesar de haber estudiado ese pasaje, no lo había sentido tan mío y me oprimía el pecho.

Ya no soy digno de ser llamado tu hijo.

Esa parte de la historia el demonio en mi hombro me comenzó a susurrar. Al principio intenté ignorarlo pero luego sus susurros se clavaron como dagas en mi corazón y me encontré a mí misma recitando esas palabras.

'Ya no soy digna de ser llamada tu hija.'

Sentía ganas de llorar. No quería creerme lo que pasaba por mi cabeza pero... ¿Cómo podía yo volver como si nada cuándo había fallado tanto, cuándo estoy segura que rompí los diez mandamientos? Porque hasta quise prender la iglesia.

Querida Mégane/Querida JessyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora