Querida Jessy | Capítulo 37: Como en casa

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•Catherine•

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•Catherine•

Mi estómago daba vueltas y vueltas, al parecer se creía gimnasta y la comida en su interior más la bebida parecían querer salir y dejarlo solo. Cerré los ojos con fuerza deseando que el alimento que ingerí se quedara dentro, pero ya me estaba resultando imposible. Edward me arrastraba hasta su auto con demasiada fiereza y eso sólo empeoraba los mareos que me ocluían la garganta.

—Tengo mareos —comenté pero el hombre no me hizo caso, tan sólo me guió hasta el asiento del copiloto y cerró la puerta con fuerza cuando estuve dentro—. Tal vez esté embarazada.

—Si estás embarazada, no será de mí porque no has querido que tengamos sexo —dijo él con dientes apretados—. Y si en serio lo estás, soy capaz de dejarte en medio de la calle, loca psicópata.

Vi por el espejo retrovisor que mi prima entraba junto a su novio. Ambos estaban muy acaramelados, se veían tan felices que me daba envidia. ¡Yo quería estar así con Edward! Pero tenía que cagarla otra vez, confesándole que no estaba enamorada de él.

Más idiota yo no podía ser, ahora no podía tener un buen faje con él y tantas ganas que me estaban entrando de agarrarlo y dejarlo sin poder pararse en un año.

—Quiero faje —dije apoyando mi cabeza en el asiento. No estaba borracha, pero los mareos por beber tanto vodka luego de una llenura de nachos me estaba haciendo mal.

—Ahí tienes tu mano —respondió Edward encendiendo el auto y saliendo del parqueo de la iglesia.

Yo me encogí de hombros y acerqué una de mis manos a mis muslos, acariciando suavemente. La vista de Edward fue ahí con rápidez, con lo que yo comencé a subir mi mano por el muslo, entrando por la falda.

—¿Qué coño? —soltó—. ¿Piensas masturbarte aquí?

—Si tú no quieres nada...además me diste permiso —recalqué acercándome a su rostro. Luego, saqué mi lengua todo lo que pude y la pasé por su rostro, con lo que él se alejó de mí, asqueado.

—¿En qué momento te di permiso? —preguntó—. ¿Y desde cuando una Pasquarelli necesita permiso de un hombre para hacer algo?

Una sonrisa se formó en su rostro al decir eso. Si no estuviera tan mareada, le respondería, pero lo mínimo que podía hacer era...

—Oh. Joder... —dijo Finn y yo me recogí el pelo para que no se ensuciara de vómito, el cual había caído en el regazo de Edward.

Volvió otra arcada y vomité otra vez, con los ojos apretados temiendo que Edward me empujara con molestia. No lo hizo, me dejó vomitar encima de él mientras podía escuchar su respiración pesada. Saboree en mis labios los asquerosos fluidos y estuve a punto de escupir, pero recordé que estaba de frente al regazo de mi novio, al cual no le gustaría que hiciera eso.

—¿Terminaste? —preguntó Edward y yo asentí mientras me levantaba con delicadeza, esperando que los mareos y las arcadas no volvieran. Me senté cerrando los ojos y dejé escapar un hondo suspiro—. Que bien.

Querida Mégane/Querida JessyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora