Capítulo 55: Última oportunidad

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Cath lloraba sin cesar y a mí me dieron ganas de levantarme, buscar a Jasson y tumbarlo de su silla de ruedas

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Cath lloraba sin cesar y a mí me dieron ganas de levantarme, buscar a Jasson y tumbarlo de su silla de ruedas. Era un hijo de puta. ¿Cómo que marcharse y comenzar desde cero? Un cobarde y esa palabra le quedaba chica. Un maldito cobarde que aprovecha que perdió la memoria para marcharse y no darle cuentas a nadie. Tal vez hasta ni siquiera haya perdido la memoria y sólo se hace el idiota.

Sin previo aviso se levantó casi tumbándome y se secó las lágrimas como si nada hubiese pasado. Puso una sonrisa en su rostro y luego se levantó.

—Bueno... ¿Quien lo necesita? —preguntó y yo la miré fijamente—. ¿Qué? No me mires así. No me la voy a pasar llorando por él.

—Catherine... —comencé a decir pero ella levantó una mano para que me callara.

—No quiero que hablemos más al respecto —dijo bruscamente—. Nunca.

Asentí sin mirarla y ella volvió a acercarse para abrazarme, pero yo no respondí al abrazo pues estaba molesta con ella. Me apretó más fuerte y luego me soltó.

—¡Hey! —exclamó—. Lo lamento, pero no quiero volver a hablar de... Tú sabes quién.

—¿De Voldemort? Él no tiene nada que ver en esto —dije y ella me fulminó con la mirada.

—Por favor —me dijo y tomó una de mis manos—. Hagamos como que nunca existió. ¿Sí?

—¿Y qué pasará con Andrew? —pregunte.

Ella cerró los ojos un instante, suspirando.

—Le inventare algo cuando esté grandecito —respondió y apretó más mi mano.

—Pero, Catherine...

—Es mi decisión —me cortó y yo asentí para luego abrazarla.

No pudimos durar mucho tiempo juntas pues la tía Itzitery entró al cuarto para decirme que me llevarían al hospital y que hiciera una pequeña maleta, pues duraría un buen tiempo allá.

Cath tuvo que marcharse con su madre no sé por qué y yo comencé a hacer una pequeña maleta para ir al hospital. Tomé una pequeña maleta rosa con negro y allí puse ropa interior, varias pijamas y un vestido. También guardé dos pares de zapatos del color del vestido, que era magenta. Me puse rápidamente una camiseta blanca sin diseño y justo la puerta se abrió. Matteo entró para ayudarme con mi maleta —lo cual no era necesario pues realmente no pesaba— y bajé las escaleras atrás de él.

—¿No podía ducharme primero? —le pregunté mientras bajábamos.

—Esto es más importante —me respondió y salimos afuera.

El sol parecía estar en su máximo esplendor. Tuve que entrecerrar mucho los ojos, pero aún así pude ver a mis abuelos acercarse a mí con una sonrisa. La abuela tenía una mirada de orgullo que me hizo sentir extraña.

Querida Mégane/Querida JessyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora