Querida Jessy | Capítulo 18: Mi ángel

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•Itzitery•

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Itzitery

-¡Abuela! -escuché por milésima vez al pequeño demonio y dejé escapar un suspiro de cansancio. Pasé una mano por mi pelo castaño y rizado para luego levantarme de la mesa y buscar al niño.

-Jodida Catherine -exclamé para mí misma-. A la próxima te llevas tu mocoso.

Eran apenas las siete de la mañana y él estaba despierto desde las seis. Tuve que prepararle el desayuno a esa hora y luego me senté unos instantes, disfrutando de la tranquilidad de la que no había podido sentir en tantos días y el mocoso comenzó a llamarme como si la vida se le fuera en ello. Lo peor era que tenía que esperar unas horas más a que Jasson llegara y lo tranquilizara.

Entré en la habitación y me encontré al pequeño tratando de mirar por la ventana abarrotada -le mandé a poner barrotes cuando me di cuenta de que el niño tenía una rara manía de subirse a las ventanas y quererse tirar para ver si podía volar; mi familia, señores-. Me acerqué a él tratando de ser silenciosa pero él al parecer sintió mi presencia y volteó de manera tan repentina que me sobresalté.

Mi nieto era muy extraño, a decir verdad. Por momentos era un hermoso ángel bajado del cielo y por otros era el mismo diablo encarnado. Cuando vi que comenzó a caminar hacia mí me pregunté si estaría esperando a su padre o estaba planeando mi muerte. Le sonreí lo mejor que pude y me agaché para estar a su altura.

-Mi papá no llega -me dijo con una mirada fulminante-. Llámalo.

-Mira, mocoso del demonio -le dije apuntándolo con un dedo, no soportaba cuando se ponía de maleducado-, las cosas se piden con un por favor. Hasta que no me lo digas no lo llamaré.

-No -respondió y me sacó la lengua. Abrí mis ojos como platos cuando lo hizo y él caminó hasta la cama y se sentó en ella de brazos cruzados.

-Es más, lo voy a llamar, pero para que no venga -le advertí y me levanté. Él se levantó de un salto y corrió hacia mí.

-No, abuela -me dijo con un puchero y me dio demasiada ternura.

-Oww -no pude evitar soltar. Él me extendió sus bracitos para que lo cargara y así hice. Le di un enorme abrazo y salí con él de la habitación-. Tú padre llegará en cualquier momento, cosita bonita. No te preocupes.

-Quiero a papi -dijo mirándome con sus enormes ojos verdes. Noté que se llenaban de lágrimas y volví a abrazarlo.

-Lo sé, mi amor. Llegará en cualquier momento -le dije para alentarlo y comencé a bajar las escaleras. Escuché el teléfono sonar mientras bajaba y llamé a una de las sirvientas para que atendiera.

El pequeño tenía su rostro oculto en mi cuello y respiraba con lentitud, me pregunté si estaba durmiéndose, aunque era lo menos probable en ese momento. Cuando se trataba de su padre, el niño era capaz de mantenerse despierto horas y horas sólo por él.

Querida Mégane/Querida JessyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora