Querida Jessy | Capítulo 48: Trampa

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•Jamie•

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•Jamie•

Estar casado con una Pasquarelli tenía sus ventajas y desventajas. Jessy tenía, desde que la había conocido, un temperamento de alguien sensible, tierno, suave y sin ganas de dañar. Ella me pareció un pequeño ángel enviado del cielo para ser mi ayuda idónea. Yo la amaba con todas mis fuerzas, era lo mejor que me había pasado, estaría por siempre en mi memoria y en mi corazón. Yo siempre estaría allí para cuidarla y protegerla, para ayudarla y ser su soporte siempre que lo necesitaba y yo solía pensar que ella sentía lo mismo y que quería cumplir mis mismos deseos para con ella, que siempre me amaría, que nunca me haría daño.

Ahora, con una frente sangrando y una Jessy no tan arrepentida, me estaba cuestionando nuestros puestos en el matrimonio que llevábamos.

Habíamos estado discutiendo por algo tonto. Ella quería salir a beber con sus amigas justo luego de haberse tomado sus medicamentos. Yo le dije que ya no era posible para ella ese tipo de cosas, pues eso sólo lograría matarla más rápido. Entonces nuestras voces se alzaron, su mano encontró un vaso de cristal y lo lanzó en mi dirección, por lo que ella quedó más sorprendida por dar en el blanco que arrepentida por herirme.

—Joder —solté mientras ella se dirigía a buscar nuestro pequeño kit de pequeños auxilios. Intenté pausar el pequeño camino de sangre con la manga de mi camisa. Me pregunté cuándo mi Jessy se había vuelto tan agresiva y luego recordé lo malhumorada que había estado desde que le habían recetado unas nuevas píldoras.

—¡Aquí está!

La rubia apareció dando pequeños saltitos mientras balanceaba el kit. Se arrodillo frente a mí y abrió la pequeña caja. Sacó un poco de alcohol y de gasa para luego acercarlo a la herida.

—¡Mierda! —exclamé—. ¡Con cuidado!

—De todos modos te va a arder —me contestó sin prestar mucha atención a mis palabras. Apretó la gasa con más fuerza y yo gemí. Lo estaba haciendo a propósito—. Si no te hubieras puesto de imbécil a prohibirme cosas, tal vez esto no hubiera pasado.

—No te estaba prohibiendo nada —respondí de mala gana y ella puso una mano en mi mentón para que yo bajara un poco la cabeza—. Sólo te recordaba lo obvio.

—Muchas gracias por tu apoyo, Jamie. Muchas jodidas gracias —me dijo dándome una bofetada y lanzándome la gasa a la cara—. Me voy al cuarto para arreglarme y hay de ti si te atreves a interponerte.

Me quedé sentado donde estaba, preguntándome dónde estaba la dulce Jessy que besé aquel día en una casita del árbol. Sonreí ante el recuerdo pero luego vino a mí la imagen de mi esposa, la cual parecía cambiar cada día más. Sus ojos eran ahora demasiado oscuros como para darme miedo, estaba más pálida de lo normal pero sus fuerzas no habían bajado. Me atrevería a decir que ella estaba más fuerte ahora. Me lo comprobaban los golpes que me había dado los últimos días.

Querida Mégane/Querida JessyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora