Querida Jessy | Capítulo 49: A todo dar

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•Jessy•

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•Jessy•

Corrí deprisa, deseando que Jamie no se despertara tan deprisa y me persiguiera. Mi respiración se aceleró a gran manera y me ardían los pulmones, pero no dejé de correr. La calle estaba algo más húmeda, pues al parecer había estado lloviendo un poco. Me detuve cuando estuve segura de que estaba a salvo y me apoyé en un poste de luz. Cerré los ojos con fuerza e intenté calmarme. Debía tener energías para bailar en la discoteca, por lo que no podía cansarme.

Sentí pequeñas gotas de agua que comenzaban a caer en mis hombros desnudos y me solté la cola que me había hecho para correr. Puse una mano en mi pecho y no pude evitar que alegres carcajadas salieran de mis labios. Jamie ni siquiera había sospechado que yo lo iba a engañar para poder irme. Era demasiado ingenuo.

Saqué mi celular del sostén y marqué el número de mi mejor amiga, quien yo esperaba no estuviera aún en la discoteca, pues era probable que no escuchara el celular por todo el ruido y más esa noche, que había una fiesta especial.

—¿Dónde rayos estás? Sheldon y yo te hemos estado esperando —dijo desde que tomó la llamada y yo puse los ojos en blanco.

—A unas cuantas esquinas de mi departamento. Ven a buscarme —le dije y escuché una voz masculina desde el otro lado de la llamada.

—En un momento. ¿Jamie te dejó salir? —preguntó y yo dejé escapar una risa.

—Claro que no —le confesé—. Lo dejé durmiendo.

—Eres una niña mala, Jessy —me dijo entre risas—. Ya voy para allá.

Cerré la llamada y guardé mi móvil. Miré la calle solitaria y recé porque nadie pasara mientras yo estuviera allí. Nueva York estaba lleno de vagabundos raros y pervertidos que les encantaban las niñas solitarias y más si eran rubias. Pero ellos no conocían a Jessy Lí Pasquarelli, si le había roto la nariz a mi esposo, no me lo pensaría dos veces para hacerle algo peor a un desconocido.

En unos pocos segundos mi mejor amiga estacionó delante de mí con Sheldon de copiloto. Sonreí a ambos y caminé hasta el asiento de los pasajeros, donde me senté y descubrí unas botellas de alcohol de distintos colores. Tomé una verde y no lo pensé dos veces para abrirla y darle un trago; sabía a menta.

—No te ves muy bien —me dijo mi mejor amiga y yo hice un ademán con la mano, restándole importancia al asunto—. Creo que debiste quedarte en casa.

—¿Tú también vas a prohibirme que me divierta? —pregunté lo suficiente molesta como para que Sheldon se diese cuenta.

—Hay que ser conscientes de lo que está pasando, Jessy. No puedes jugar con tu vida de esa manera —me dijo y yo puse los ojos en blanco—. Sabes que no lo digo por molestarte, sólo me preocupo por ti.

—Ahora, extrañamente, todo el maldito mundo parece preocuparse por mí —solté de mala gana y volví a beber de la picosa y deliciosa bebida a la cual ni siquiera le sabía el nombre—. Mejor dejemos el tema de mi muerte inminente y vayamos a la jodida disco, pero para algo fue que vine.

Querida Mégane/Querida JessyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora