Querida Jessy | Capítulo 28: Corriente eléctrica

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•Matteo•

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•Matteo•

Que Lu estuviera embarazada había sido lo mejor que me había pasado, aunque al principio no lo acepté y fui un desgraciado.

Hasta que lo estuvo por segunda vez.

Mi querida esposa estaba cada día más insoportable en todo el sentido de la palabra. Comía mucho, gritaba mucho, lloraba mucho, golpeaba mucho y se quejaba mucho. Yo tenía que estar a su lado todo el maldito día, o sino, tenía que escucharla gritar mi nombre por toda la maldita casa y su voz retumbaba demasiado como para querer eso.

—¡Matteo! —escuché su voz desde la sala. Yo me encontraba en la cocina, buscándole el helado con nueces que tanto le gustaba—. ¿Dónde está mi helado?

—¡Ya voy! —respondí ya buscando una cuchara.

—¡No me grites! —exclamó y puse los ojos en blanco.

Así era todos los días. Yo tenía que ser muy cuidadoso en la manera en la que hablaba y actuaba, eso si no quería que la bomba atómica que tenía por esposa, explotara.

—Pero si sólo lo hice para que escucharas... —comencé a decir mientras me acercaba a ella.

—No me gusta que grites —dijo ella con ojos llorosos y me dio tanta pena que me acerqué para abrazarla—. No, no me abraces, pendejo. Me gritaste.

—Pero, mi amor... —comencé a decir tratando de darle un beso. Ella me desviaba el rostro, lo que me frustraba—. Lo siento, ven, dame un beso.

—Eres un imbécil —soltó y me dio una bofetada. Dejé mi vista en el suelo sintiendo que mi mejilla se calentaba, estaba tratando de calmarme para no soltarle unos buenos insultos sin importarme que estuviera embarazada. ¿Por qué se comportaba de esa jodida manera? Las embarazadas no eran tan molestosas, o al menos las normales.

—Lu —comencé a decir sin siquiera mirarla. Sabía que si lo hacía, explotaría—. Por favor, mi vida, tranquilízate...

—¿Por qué no me miras a la cara cuando me hablas? —preguntó sorbiendo por la nariz.

Cálmate, Matteo, no lo arruines...

—Eso no tiene importancia, come tu helado, ¿sí? —le dije con una sonrisa y entonces si me dejó darle un beso en la mejilla, pero luego de recibirlo puso un rostro de asco, que lo único que hizo fue ponerme más molesto.

—Mírame a la cara —exigió frunciendo el ceño y yo suspiré.

—No lo haré, Luna —dije rotundamente y me puse de pie. Pasé una mano por mi pelo y luego me apoyé en la pared de la sala.

—Mírame, joder —exclamó ella dándole un golpe a la mesita que tenía en frente y decidí obedecerla.

Sus ojos estaban entrecerrados, pero a pesar de que se notaba molesta, se veía tan tierna que hizo que mi corazón diera un salto dentro de mi pecho. No pude evitar sonreír al ver como hacía un pequeño puchero y me acerqué para abrazarla por los hombros pero Lu comenzó a forcejear, con lo que comencé a besarle el rostro para tranquilizarla.

Querida Mégane/Querida JessyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora