Querida Jessy | Capítulo 38: La traición

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•Mégane•

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•Mégane•

Abrí la puerta de la habitación en la que me estaba quedando y la cerré con un portazo, para luego apoyar mi rostro en ella y cerrar los ojos con fuerza. Las lágrimas seguían saliendo de mis ojos y yo no quería detenerlas. Me dolía, dolía demasiado. Yo en realidad no quería estar embarazada de Peter, ni en millón de años sabiendo que se casaría, pero si lo hubiera estado, hubiera amado a ese hijo con todas mis fuerzas. Ahora, sabiendo que nunca podré estar embarazada, mis manos van a mi vientre a cada momento y lo acarician, recordándome que nunca habrá un bebé allí, nunca. Nunca.

Sentí unos brazos que me cubrían desde atrás y alejaban mi mano del vientre. Me voltee con lentitud y luego hundí mi cabeza en el pecho de mi novio. Él me cubrió con sus brazos, consolándome y susurrándome palabras de apoyo. Pero, no había forma de consolarme, nunca aceptaría que no puedo tener un hijo propio.

—Ya, bebé. Superaremos esto juntos —me dijo y yo asentí.

—Finn —susurré con voz ronca—. ¿Nunca soñaste con tener un hijo de tu sangre? —pregunté y él dejó escapar una respiración pesado.

—Por supuesto, mi amor. Pero creo que puedo conformarme con...adoptar uno, si eso quieres —fue su respuesta y volví a llorar.

—Gracias.

—No debes agradecer, mi amor. Estoy dispuesto a hacer todo por ti, porque te quiero mucho.

—También te quiero.

Era la primera vez que lo decía, pero no pensaba que Finn se sorprendiera tanto por ello. Tomó mi rostro en sus manos, me miró fijamente con ojos sorprendidos.

—¿Hablas en serio? —preguntó y yo asentí dibujando una sonrisa en mi rostro—. ¿Me quieres?

—Más de lo que imaginas —dije y noté que él temblaba—. ¿Sucede algo?

—Es que no me lo puedo creer —dijo y yo dejé escapar una pequeña risa. Él era muy tierno, a su manera. Su rostro se pegó al mío y nuestras frentes chocaron—. Repítelo.

—Yo...te quiero, Finn —le dije mordiéndome el labio inferior y él me tomó de la cintura, para segundos después unir sus labios con los míos.

•Catherine•

Abrí mis ojos al sentir que alguien me estaba dando besos en el vientre. Me estiré como un gatito recién nacido y me encontré con la melena de Edward. Llevé una de mis manos hacia ella y acaricié con suavidad. Él pasó su lengua por mi piel desnuda y me estremecí y al mismo tiempo halé su pelo con algo de fuerza. Escuché su risa contra mí y no pude evitar hacer lo mismo. Lo halé hacia mi rostro y le besé la frente con ternura, él quiso acercarse a mis labios pero desvié el rostro.

—Nos acabamos de levantar, príncipe —le recordé y él asintió, luego besó mi nariz y le sonreí—. Vamos, vete a duchar. Necesito que vayamos a desayunar y me dejes en la universidad, tengo clases.

Querida Mégane/Querida JessyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora