Capítulo 28 & 29: Misifus y su cueva

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Catherine

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Catherine

Dejamos a Mégane y papá condujo hasta el hospital, yo estaba sentada de piernas abiertas pues ni siquiera las podía cerrar bien luego de que esa cosa saliera de entre ellas. Lo miré y sonreí; Misifus, así se iba a llamar no importaba por encima de quien debía de pasar. Yo parí a esta cosa, yo le ponía nombre.
Lo abracé pegando su rostro al mío y justo llegamos al hospital. Jasson me abrió la puerta y tomó al bebé para luego ayudarme a salir de él. Caminamos hasta dentro del hospital y papá fue a registrarme.

—Hola, Misifus —le dije ya sentada con Jasson a mi lado y haciendo voz de pendeja retrasada.

—No se va a llamar así —dijo Jasson con la misma voz de pendejo que yo hice y yo lo tomé por el pelo.

—Yo paro, yo pongo nombre —le dije y lo solté. Él se acarició el pelo.

—No es justo —dijo él—. Yo puse el esperma.

—Y yo puse la cueva, cállate —le dije y escuchamos unos pasos frente a nosotros.

—Hola —dijo la retardada de mi hermana.

—¿Quién te trajo, mojigata? —le pregunté y ella se encogió de hombros—. Habla, mierda.

Ella señaló detrás de sí y vi a los abuelos con mamá. Puta abuela, seguro ella la trajo, no quería a mi hijo cerca de su retardada tía.

Una enfermera se acercó a mí con una silla de ruedas. Otra tomó a Misifus y la primera me ayudó a sentar. Me despedí con la mano de Jasson y la enfermera comenzó a empujar mi silla para llevarme hasta los ascensores. Ella pulsó el número cuatro y comenzamos a subir.

Llegamos y ella me llevó hasta una habitación grande y blanca con olor a enfermo. Me ayudó a levantar y me pidió que me pusiera la bata que me tendía. Fui al baño para ponermela y al volver me encontré con un doctorazo.

El desgraciado debía de tener unos treinta y pocos y no era juego, se parecía a Tyler.  ¿Sería su papá? Uy, señor, me lo tiraría si no tuviera novio y bebé de por medio.

—Hola, Catherine —me dijo tendiéndome su mano y yo la tomé—. Soy el doctor Adams. Por favor, acuéstate.

—Por supuesto —le dije y me acosté boca arriba.

Me tomó la presión, escuchó los latidos de mi corazón, me chequeó los oídos, los ojos y luego mi boca. Al terminar anotó algo en su pisapapeles lleno de hojas con no sabía que y luego me observó con esos ojazos celestes.

—Bien, Catherine —comenzó a decir—. El ginecólogo vendrá en unos momentos —dijo.

Ay... ¿Por qué no era él?

—¿Y mi bebé? —le pregunté.

—Están revisándolo.

—¿También necesita un ginecólogo? —le pregunté y él rió.

Querida Mégane/Querida JessyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora