Capítulo 52: Un cuento para morir

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Mégane

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Mégane

Me dolía todo, sentía que me hubieran estado torturando por mucho tiempo, que me hubieran drogado y golpeado fuertemente en la cabeza. Las cosas a mi alrededor ni siquiera se veían, estaba sumida en una completa oscuridad. Intenté moverme, pero cada parte de mi cuerpo la sentía como si fuera de cemento, dura y no podía moverme ni un ápice. Intenté abrir mis párpados, pero también me costaba mucho esfuerzo, aunque, luego de varios intentos, logré abrir mis ojos y observar en dónde me encontraba.

Estaba oscuro y era un lugar demasiado pequeño, sentía a cada segundo que pasaba que me asfixiaba. Mi cuerpo iba volviendo a ser movible, pero estaba atada, lo que comenzó a frustrarme. Ni siquiera pude decir algo, en mi boca estaba atada una mordaza, grité con frustración pero obviamente ni siquiera se escuchó. Me moví con furia en donde estaba y me descubrí sobre unas pesadas e incómodas mantas. Pude sentir el pegajoso sudor en mi cuerpo que pegaba mi ropa a mí y tuve ganas de levantarme, cosa que no pude hacer.

Escuché pasos fuera de donde me encontraba. Cada parte de mi cuerpo se tensó y dejé de moverme, al recordar rápidamente en donde estaba. Mis ojos los sentí picar por la llegada de las lágrimas y moví mi cabeza ligeramente para apartarlas.

¿En serio esto estaba pasando, no será, simplemente, un sueño? El pecho me dolía y sentía que se formaba un nudo en mi garganta.

¿En serio Finn está involucrado en todo esto? ¿Por qué me habían secuestrado? ¿Por qué aquella supuesta profesora del internado masculino me había secuestrado?

Demasiadas preguntas y pocas respuestas, todo era muy confuso y la cabeza comenzaba a darme vueltas, así que dejé de pensar y me dispuse a mirar un punto fijo frente a mí, donde podía notar pequeños rayos de luz que traspasaban la madera de al parecer una puerta.

Lentamente la luz de la puerta fue volviéndose más grande hasta que fue completa, tuve que entrecerrar mis ojos pues la luz me molestaba, aunque no tanto. Al parecer, estaba ya anocheciendo y lo que estaba viendo frente a mis ojos era el crepúsculo. Me encogí entre las mantas y cerré mis ojos fuertemente con miedo, esperando cualquier cosa que fuera a pasarme ahora.

Los pasos se escuchaban ahora cerca de mí, sentí que mi piel se erizaba y me encogí más. Las lágrimas volvieron a acercarse a mis ojos y cuando una ligera y fría mano me acarició la mejilla di un respingo y abrí los ojos casi de golpe. Frente a mí, se encontraban unos ojos brillantes y azules, sentí un picor ligero. Algo dentro de mí comenzó a fluir lenta y dolorosamente y entonces me di cuenta de que me había inyectado algo, aunque no estaba segura de qué podía haber sido.

Me quitó suavemente la mordaza y vi como sus ojos se iban aguando.

—Perdóname —susurró y una lágrima rodó solitaria por una de sus mejillas.

Mis párpados volvieron a ser pesados y sentí que mi espíritu comenzaba a salir de mi cuerpo. Aún así, pude levantar una de mis manos y aferrarme a su camisa antes de que se levantara. Él me observó por unos instantes y en sus ojos pude ver el dolor que sentía por estar haciendo todo esto. Pero... ¿Por qué lo hacía?

Querida Mégane/Querida JessyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora