Capítulo 4: Mi mejor amiga

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•Catherine•

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Catherine•

Mégane dio media vuelta con lágrimas en los ojos y comenzó a caminar lejos de nosotros, la observé hasta que desapareció de mi vista. No podía seguirla, mi madre no me lo permitiría.

Entre a casa junto con Rosalíe. Las cosas dentro estaban como si nada hubiese pasado, lo que me molestaba un poco.

¿Nadie se preocupaba por ella?

Mamá abrazó a Jessy y luego subió arriba con ella, duraron un rato allá y sabía que se quedaría con ella hasta que ésta quedara dormida.

Tomé con una mano el dije de una pequeña cadena en forma de C que tenía en mi cuello. Sentía una pequeña opresión dentro de mí por no haber seguido a mi prima.

El simple hecho de imaginarla llorando, sola, en algún lugar cerca de aquí y yo sin poder ayudarla hacía que mis ojos se llenaran de lágrimas.

—¿No crees que deberíamos seguirla? —me preguntó Rosalíe, la hija de los tíos Gastón y Nina, el gemelo de mamá. Era una joven de pelo castaño oscuro, sus ojos eran marrones. Una típica Pasquarelli.

—No lo creo —respondí girando a verla y rápidamente alejé las lágrimas de mis ojos. Ella me miraba con brazos cruzados y el ceño fruncido—. Está muy mal ahora y de seguro quiere estar sola.

—Eres su mejor amiga, deberías de estar con ella en este momento —me reprochó acercándose más a mí pero yo retrocedí.

—Cállate —le dije y le di la espalda.

Suspiré con ganas de ir a buscar a mi prima preferida. Quería estar con ella, abrazarla y decirle que todo iba a estar bien, que no le hiciera caso a nada de lo que dijera mamá pues no tenía sentido ponerle atención. Pero
me quedé ahí, pensando en lo que podía hacer y sin atreverme a hacerlo.

Giré sobre mis talones y caminé hasta Peter, él tenía la mirada gacha y parecía perdido en sus pensamientos. Lo agarré por una oreja y no le quedó más remedio que dejarse para no armar un escándalo.

Lo arrastré lejos de los demás, cuando estuvimos lo bastante alejados lo solté.

—¿Estás loca? —dijo él sobándose la oreja, molesto.

—Y de remate —dije con una sonrisa y luego le di una bofetada algo fuerte.

—¡Auch! —dijo sobándose la mejilla golpeada y me miró—. ¿Y eso por qué fue?

—¡Por hijo de perra! —le grité sin importarme que los demás escucharan—. Eres un imbécil por haber venido hasta aquí y dejarnos a mí y a Mégane solas a pesar de que ella es tu...

No pude terminar de hablar pues él me tapó la boca con su mano. Todos nos miraban y Simón se acercó a nosotros con los brazos cruzados y con una mirada desafiante. Peter y yo nos quedamos viéndolo fijamente por la sorpresa.

Querida Mégane/Querida JessyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora