Querida Jessy | Capítulo 52: Mi bebé

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•Catherine•

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•Catherine•

Salí de la discoteca con los nervios y las lágrimas a flor de piel, sin importarme quien pudiese verme. Todos sufríamos, así que no debía avergonzarme de ello. Llegué hasta mi auto sin siquiera despedirme de las chicas y algo surgió en mi mente. Recordé el día en que Mégane salió a comprar algo el día en que se iban a casar sus padres y no la volví a ver en toda una semana y cuando apareció, estaba tan rota que pensé que nunca se recuperaría.

Aceleré lo más que pude, sin sentir nada más que miedo por mi hermana. Por primera vez en mi vida, comencé a orar de forma seria para que Dios la cuidara, para que la protegiera de cualquier cosa que pudiera sucederle. Joder, era mi hermanita, mi dulce y querida Jessy, si algo le sucedía me moriría.

No podía quitar de mi cabeza su inocente sonrisa de niña, sus ojos curiosos y su pelo blanco. Su semblante siempre denotaba algo angelical, que había bajado del mismo cielo para deleitar aquí en la tierra. Pero por dentro era como cualquiera de nuestra clase, mala, un desastre por dentro, una bomba que explotaba y volvía a reformarse para mantener la desgracia sobre la tierra.

Había cambiado de manera tan repentina, pero seguía siendo para mí aquella pequeña que estaba enamorada de Jamie, aquella que siempre vestía ropa pasada de moda (pero bien cara) que tenía en su cuarto cientos de osos de peluche y muñecas de trapo. Aquella niña a la que le encantaba comer helado, permanecer tumbada sobre el césped sin pensar en nada más, viendo las nubes y notando sus formas.

Recordé las veces que la menosprecié, que la traté como si no fuese nada por el hecho de que mamá le prestaba más atención. Ella necesitaba esa atención de más, pero en su momento no lo comprendí, no hasta ahora, que ella podría estar muerta o camino a la tumba. Y yo no quería que ella se muriera, yo quería a mi hermana conmigo, a mi lado por muchos años.

Aceleré más, con la vista nublada por las lágrimas y el teléfono sonando en mis pantalones. Conduje hasta el dormitorio de la universidad. Era ya bastante de noche, pero tenía que cerciorarme de que mi hijo estuviera bien, que la niñera lo estaba cuidando como se debía.

Había una ambulancia delante de mi edificio.

Casi me lancé del auto al momento de sacar las llaves sin una pizca de delicadeza o amor por el auto de Leila y corrí hasta donde veía a los paramédicos. No veía a quién tenían, pero corrí hacia un oficial que tenía a Jasson a su lado, con la cabeza gacha y la tez bastante pálida.

—¿Qué coño está sucediendo aquí? —pregunté sintiéndome desesperada—. ¿Acaso viniste a buscar a mi hijo, Jasson?

Él no contestó, se abrazó a sí mismo y pareció estremecerse. Por un momento me dio lástima, pero esta desapareció por el montón de emociones que me vencían en ese momento. Todo mi ser era un ciclón de sentimientos autodestructores que me hacían sentir culpable por todo.

Querida Mégane/Querida JessyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora