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Matt.

Aguardo mientras todos salen del salón, siendo las últimas sus amigas, quienes lo hacen unos minutos después que los demás, dejándola sola en él mientras guarda sus pertenencias. Me aseguro de que el lugar se encuentre vacío antes de adentrarme en él, cerrando la puerta a mis espaldas.

Puedo notar que sabe que soy yo sin siquiera tener que verme, su cuerpo se sacude levemente haciendo que sonría de lado por los efectos que comienzo a tener en ella.

-Leah- digo su nombre despacio, saboreándolo.

Ella suelta una maldición entre dientes.

-¿Qué quieres Mateo?-murmura borde mientras continúa sin mirarme, sigue guardando sus pertenencias aunque esta vez con más velocidad, como si tuviera prisa por irse, por escapar.

-¿Otra vez olvidando mi nombre?- me acerco unos pasos, haciendo que se tense al notarlo-¿O es que quieres que te obligue a recordarlo?

Alza la mirada a la mía cuando estoy a un paso, puedo ver una chispa en sus orbes pero se encarga de esconderla a tiempo para que no pueda salir de la duda de si era real o lo imaginé.

-Dime que quieres así paras con estos jueguitos- gruñe mirándome con seriedad.

Observo la mesa en la que apoya su cadera para mirarme intentando mantener la compostura con sus brazos cruzados sobre su pecho. Algo transpira entre nosotros desde ese día en el que me atreví a besarla y sé que es consciente de ello aunque intenta resistirse.

Para su mala o buena suerte, yo no soy de los que se resisten.

En un rápido movimiento que ya había calculado, la tomo por la cintura para sentarla en el pupitre, aún bajo su mirada sorprendida me abro paso entre sus piernas al tiempo en que mis manos van a sus muslos, justo el el borde de su falda, dando un apretón que le hace soltar un jadeo.

Aprieta los labios cuando lo hace, negándose a soltar algún sonido por mi causa, hace lo mismo con sus piernas en un movimiento involuntario que me acerca más a ella.

-¿Qué haces?- habla con la respiración agitada pero intentando sonar firme, sus manos sobre mis hombros ejerciendo cierta presión.

-Nada Leah, aún no hago nada de todo lo que pasa por mi cabeza- mis dedos acarician sus muslos haciendo que sus ojos bajen a ese punto con cierto deseo en su mirada, acerco mi boca a su oído- Ni por la tuya.- murmuro ronco en esa zona que hace que se estremezca.

-No sé de que hablas- murmura- Nada relacionado contigo aparece en mi...- su frase se ve interrumpida cuando suelta un gemido en el momento en el que muerdo el lóbulo de su oreja, tirando un poco de él.

-Hablo de que no has hecho nada por apartarme de ti- murmuro sobre sus labios con diversión, sonriendo de lado.

Sus ojos me miran furiosos y deseosos en la misma medida, alterna la mirada entre mis ojos y mis labios antes de tomar mi cabeza entre sus manos y besarme con ferocidad. Sus manos se aferran a mi cabello dando leves tirones mientras que las mías lo hacen a su cintura, pegándola más a mi si es eso posible.

-Te odio- jadea con rabia antes de besarme con más profundidad.

Si esta es su manera de demostrarlo puuede seguir odiándome todo lo que quiera.

Leah.

Me iba a volver loca, completamente loca.

Y me estaba detestando tanto por estar besándolo con tanto ímpetu, por el deseo que emergía de lo más profundo de mi. Era como si el odio que hemos compartido todos estos años se hubiese convertido en deseo puro, en fuego y ganas de coonsumirnos.

ContrarrelojDonde viven las historias. Descúbrelo ahora