37.

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Detengo la Hummer fuera de un complejo de edificios, Lucca tiene la mirada perdida y me arriesgo a decir que aún no se ha dado cuenta de que nos detuvimos. La preocupación emana de él y que me esté dejando ver sus sentimientos me sirve para poder ayudarlo. Tomo su mano y le doy un apretón para darle apoyo, su mirada pasa del suelo a mi e intenta darme una sonrisa que fue más una mueca.

-Ven- salgo del coche seguida por él y saco las llaves de mi bolsillo. Entramos y en la recepción estaba George, un hombre de unos 50 años con una alegría y buena vibra que era capaz de contagiarte y alegrarte en un mal dia- Hola George- saludo.

-Pero si es la pequeña Alex, tanto tiempo sin verte niña- sonríe de forma amistosa.

Le devuelvo la sonrisa y me acerco al elevador para llamar por él.

-¿Dónde estamos?- su voz sonaba apagada y no me gusta ese tono en su voz.

No respondí y subí al elevador, su mirada seguía perdida, sus músculos tensos y su mandíbula apretada, parecia estar pensando en algo que lo perturbaba, lo preocupaba y me desesperaba no saber que pasa para poder ayudarlo y que quite esa expresión de su rostro.
El elevador abrió sus puertas en el último piso, dejando ver un gran y lindo departamento, mi departamento.

-Bienvenido a mi departamento Black- sonrió mientras me acerco a la heladera para tomar una cerveza para él y una soda para mi.

Miraba a su alrededor con asombro, el lugar era hermoso y grande, las paredes pintadas en tonos blanco y negro con muebles a juego. Era espacioso, contaba con un salón de juegos, un gimnasio, 4 habitaciones y 2 baños. Una cocina espaciosa y hermosa, una sala con toda las comodidades y un balcón que dejaba ver toda la ciudad desde ese punto.
Mis padres no sabían de la existencia de este lugar, no estaban conscientes de todos mis ahorros desde que tenia 8 años y el dinero que ganaba en las carreras y peleas. Gran parte de ese dinero fue destinado a esta hermosura.

-Wow- exclamó- ¿Como diablos conseguiste esto? Es genial - suelto una carcajada al verlo recorrer el lugar.

-Ahorro desde que tengo 8, tenía que dar sus frutos algún día- me encojo de hombros. Me observa con incredulidad.

-¿Ahorros Alex?¿Enserio?-

-Oye mi padre era muy generoso con mis mesadas- sonrió arrogante- Gran parte del dinero de las carreras y peleas fueron destinados a la compra de este bebé -

-Es increíble - se asoma al balcón y le da un trago a su cerveza.

Su espalda estaba tensa, tanto que creí que llegaría a dolerle. Me acerqué a él y puse mi mano en esa zona, brindando leves caricias que parecieron tener un efecto mágico, pues se relajo al instante y soltó un suspiro cargado de emociones. Me situé a su lado y apoyé mi cabeza en su hombro, no se que tenía este hombre pero era como un jodido imán, a pesar de que odio este tipo de acercamientos me era imposible resistir mis impulsos. Apoyó su cabeza sobre la mia y pasó su brazo por mi cintura, pegándome a su costado.

-¿Qué sucedió con tu rechazo al contacto físico?- alzo mi cabeza para verlo.

-Lo mismo que le pasó a tu instinto asesino cuando alguien te toca- ríe levemente- simplemente contigo desaparece- sonríe mirándome.

Le devuelvo la sonrisa y pienso en que nunca nadie antes ha podido derribar mis barreras de esa manera, nunca unos ojos me han hecho suspirar mas de una vez aunque no los esté viendo, simplemente no salen de mi cabeza. Nunca me he acercado ni abierto tanto con alguien y jamás he sentido la protección y tranquilidad que siento a su lado. Me acerco a la baranda y me apoyo en ella, pocos minutos despues me acorrala entre sus brazos y levemente apoya su pecho en mi espalda, solo un roce, jamás se pasa de su límite. Y eso me encanta, tomo sus manos y hago que me envuelva entre sus brazos, apoyo mi espalda en su pecho y él posa su cabeza en el hueco de mi cuello.

ContrarrelojDonde viven las historias. Descúbrelo ahora