Capítulo 34

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El día en la escuela había transcurrido de manera ordinaria para Ashley, aunque su mente estaba lejos de las aulas y los exámenes. Desde su encuentro con Peridot en el bosque, no había dejado de pensar en la gema. Había algo en esa conexión instantánea, en esa cicatriz compartida, que la perturbaba y la atraía al mismo tiempo. Incluso durante las clases, su mente vagaba hacia la noche en que Peridot apareció, esa noche en que la gema le había sonreído antes de desaparecer, dejándola con un latente deseo de volver a verla.

Cuando la campana final sonó, indicando el fin de las clases, Ashley recogió sus cosas con rapidez y salió del edificio, dispuesta a caminar sola a casa. Era una rutina que apreciaba, un momento para despejar su mente y pensar en cómo abordar los desafíos que la vida le había lanzado últimamente. Sin embargo, cuando llegó a la salida de la escuela, se sorprendió al ver a su padre, el coronel, esperando en su coche. Aquello no era normal; su padre nunca la recogía, y mucho menos sin previo aviso.

—Ashley,— dijo el Coronel en un tono más suave de lo habitual, abriendo la puerta del coche. —Ven, te llevaré de paseo.—

Ashley sintió una punzada de sospecha. Su padre no era del tipo de hombre que disfrutaba pasar tiempo con ella, y esta repentina muestra de interés la desconcertaba. Sin embargo, obedeció, aunque la sensación de que algo estaba fuera de lugar se afianzaba en su estómago.

El trayecto fue silencioso, con solo el ruido del motor del coche llenando el aire. Ashley miraba por la ventana, intentando adivinar el destino, pero no había nada en el paisaje que le diera pistas. Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, el coche se detuvo frente a la imponente Torre Presidencial, el centro del poder en la ciudad.

—Papá, ¿qué estamos haciendo aquí?— preguntó Ashley, su voz cargada de confusión.

—El presidente Maximiliano quiere verte,— respondió el coronel de manera críptica, con una sonrisa que no alcanzó sus ojos. —Es un honor que te reciban aquí, Ashley. Deberías sentirte orgullosa.—

El corazón de Ashley se aceleró. Conocía al presidente Maximiliano, por supuesto; su hija, Jasmin, era su compañera de clases y una de sus amigas más cercanas. Pero la idea de ser llamada a la Torre Presidencial por el presidente en persona era algo que no podía comprender.

Cuando entraron al edificio, fueron recibidos con la reverencia que se le otorgaba al coronel. El personal los guiaba con rapidez y respeto a través de los corredores, y pronto llegaron a la oficina del presidente. Maximiliano estaba allí, de pie detrás de su escritorio, y sonrió ampliamente al verlos.

—Coronel, es un placer como siempre,— dijo Maximiliano, extendiendo la mano. —Y tú debes ser Ashley. He oído mucho sobre ti.—

Ashley asintió tímidamente, sintiendo que su estómago se revolvía de nervios.

—Espero que disfrutes de esta visita especial,— continuó el presidente, su tono amistoso, aunque con una nota de algo más profundo y calculador. —Tu padre tiene algo que mostrarte. Algo muy... significativo.—

El coronel hizo un gesto para que lo siguiera, y Ashley lo hizo, aunque su mente estaba llena de preguntas. Caminaban por pasillos que se volvían cada vez más oscuros y fríos, hasta que llegaron a una puerta que Ashley no había visto nunca antes. El coronel la abrió con una tarjeta de acceso, y un leve pitido resonó en el aire.

Al cruzar el umbral, Ashley sintió un escalofrío recorrerle la espalda. La habitación a la que habían entrado estaba iluminada solo por una luz tenue, y había un zumbido constante en el aire que provenía de algún equipo electrónico cercano. Frente a ellos, en el centro de la habitación, se encontraba una gran jaula de contención, rodeada de cables y dispositivos que emitían destellos de luz y pitidos esporádicos.

El horror golpeó a Ashley de inmediato. Dentro de la jaula, sujeta por gruesas cadenas que brillaban con una energía antinatural, estaba Peridot. La misma Peridot que había conocido en el bosque, la misma que le había sonreído con curiosidad y amabilidad. Pero ahora, estaba atrapada, indefensa, con su rostro retorcido en una mezcla de miedo y dolor.

Ashley dio un paso atrás, sintiendo que le faltaba el aire. Su mente no podía procesar lo que estaba viendo. Allí estaba la gema que había comenzado a ocupar sus pensamientos, la que había empezado a significar tanto para ella, encarcelada y herida.

—¿Qué... qué es esto?— murmuró, su voz temblando. —¿Por qué está aquí? ¡Déjala ir!—

El coronel la miró con una expresión fría, casi despectiva. —Esta es la primera Crystal Gem que hemos atrapado. Es un buen augurio, Ashley. Con ella, podemos aprender mucho. Tal vez, incluso encontrar una manera de acabar con todas esas criaturas de una vez por todas.—

Ashley sintió que el mundo se derrumbaba a su alrededor. —¡No! ¡No puedes hacer esto! ¡Es un ser vivo, papá! ¡No es una herramienta ni un arma para que jueguen con ella!—

Pero el coronel no mostró compasión. —Esa cosa es una amenaza para la humanidad, Ashley. Y como mi hija, deberías entender que nuestra prioridad es proteger a nuestra especie, a cualquier costo.—

Peridot, desde dentro de la jaula, comenzó a golpear las paredes con desesperación. Aunque no podía hablar, sus ojos se fijaron en Ashley, y sus gestos frenéticos eran un claro ruego de ayuda. La cicatriz en forma de rayo en su ojo izquierdo, idéntica a la de Ashley, brillaba a la luz parpadeante del laboratorio.

Ashley sintió un nudo en la garganta. Sabía que tenía que hacer algo, pero estaba atrapada entre el terror y la desesperación. Sus manos temblaban mientras observaba a Peridot golpear la jaula, su cuerpo vibrando con la energía contenida. La impotencia la envolvía, pero en el fondo de su ser, una chispa de determinación comenzó a crecer.

—No puedes hacerle esto...— susurró, apenas escuchándose a sí misma. Pero su padre ya había dejado de escucharla, observando la escena con una satisfacción cruel.

Ashley sabía que tenía que actuar, pero no sabía cómo. La angustia la consumía mientras Peridot continuaba golpeando la jaula, con su mirada fija en ella, suplicante. Y en ese momento, Ashley tomó una decisión. No importaba lo que le costara, encontraría la forma de liberar a Peridot.

El corazón le latía con fuerza mientras luchaba por contener las lágrimas, y la visión de Peridot, indefensa y atrapada, quedó grabada en su mente. Esto no podía ser el final. Tenía que haber un modo de salvarla. Mientras el coronel continuaba hablando, su voz se desvanecía en un eco distante en la mente de Ashley. Todo lo que podía escuchar era el latido frenético de su propio corazón y el sonido de Peridot golpeando la jaula, rogando silenciosamente por su ayuda.

El laboratorio se convirtió en un lugar frío y aterrador, y en ese instante, la decisión de Ashley se hizo más firme que nunca.

**Continuará...**

Guerra de Cristal - Steven Universe AU Volúmen 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora