Capítulo 67

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En el frío y oscuro rincón de las alcantarillas, Bismuto estaba completamente sola, sumida en un abismo de culpa y remordimiento. Sus grandes manos temblaban incontrolablemente, los ojos desorbitados y llenos de un miedo que la consumía por dentro. El aire parecía volverse más denso, cada respiración se hacía más pesada, y su pecho se comprimía dolorosamente.

—¿Por qué... por qué lo hice? —se repetía una y otra vez en su mente, la pregunta martillando su conciencia sin cesar. Las imágenes de lo que acababa de hacer, de cómo había traicionado a Perla, a Peridot, y a las chicas, pasaban por su mente en un torbellino de confusión y terror. No podía creer que había delatado a sus amigas, aquellas que habían confiado en ella, que habían compartido sus vidas y sueños. Perla... la gema a la que había amado con tanta intensidad... ¿cómo había llegado a este punto?

Los recuerdos de su vida anterior comenzaron a surgir, más intensos y dolorosos de lo que jamás había imaginado. La muerte de Steven, un evento que había desgarrado su corazón en mil pedazos, fue lo que desencadenó todo. Recordó aquel día, aquel momento en que todo cambió. Steven, el ser humano que había traído esperanza a su vida, que había luchado por un mundo mejor... lo había perdido. Fue un golpe devastador. Y luego, uno tras otro, vio a sus amigas, a las Crystal Gems, caer en la batalla. Habían dado todo de sí, pero no había sido suficiente.

El trauma de aquellos eventos la había marcado profundamente. Había presenciado horrores indescriptibles, cosas que la habían quebrado, que habían destrozado su espíritu. Los gritos, la sangre, los cuerpos caídos... todo aquello la había convertido en lo que ahora era: una cobarde.

—Soy una cobarde... —Bismuto se dijo en voz alta, aunque su voz era apenas un susurro. La desesperación en sus palabras era palpable, un eco de la angustia que la devoraba por dentro. Se acurrucó sobre sí misma, como si tratara de ocultarse del mundo, de desaparecer en la oscuridad que la rodeaba.

El pánico seguía creciendo dentro de ella, como una marea incontrolable que amenazaba con ahogarla. Las manos se le tensaban y se le cerraban en puños tan fuertes que sus dedos comenzaron a dolerle. El sudor frío corría por su frente, y su cuerpo entero temblaba sin cesar. Cada sonido, cada pequeño eco en las alcantarillas, la hacía estremecerse de terror. No podía dejar de pensar en lo que había hecho, en cómo había traicionado a las únicas personas que todavía le importaban.

La presión en su pecho se volvía insoportable. Sentía como si su corazón fuera a estallar en cualquier momento. Los recuerdos continuaban invadiéndola, y la culpa se volvía más y más abrumadora. El miedo había tomado el control de su vida, y la había convertido en una sombra de lo que alguna vez fue. Había perdido su fuerza, su determinación, y ahora, la culpa y el remordimiento la estaban destruyendo.

Mientras Bismuto luchaba por mantener la compostura, sumida en su crisis de ansiedad, no notó la presencia de alguien más acercándose. En medio de su tormento, sintió algo diferente: un toque suave, delicado, que le hizo abrir los ojos con sorpresa. Al bajar la vista, vio unos pequeños brazos rodeándola.

Eran los brazos de Mary.

La pequeña, con el rostro lleno de preocupación, había regresado. Su abrazo era tierno, y Bismuto, aunque al principio no sabía cómo reaccionar, sintió que algo en su interior comenzaba a calmarse, como si aquel simple gesto estuviera logrando lo imposible: romper, aunque fuera por un instante, la barrera de miedo que la mantenía prisionera.

Bismuto giró lentamente la cabeza, y sus ojos llenos de lágrimas se encontraron con los de Jasmin, que estaba parada a su lado, observándola con una mezcla de comprensión y tristeza. Aria, la perrita, estaba a los pies de Bismuto, mirando con sus grandes ojos, también preocupada.

—Bismuto... —murmuró Jasmin con suavidad, inclinándose para estar más cerca de la gran gema. Aunque Bismuto no podía hablar, sus ojos decían todo lo que necesitaba. El pánico, el miedo, el arrepentimiento... todo estaba ahí, a flor de piel.

Jasmin, que siempre había tenido una capacidad innata para entender a las gemas, comenzó a hablar por ella, interpretando lo que Bismuto no podía decir con palabras.

—Ella... está recordando cosas terribles —dijo Jasmin, su voz temblando un poco mientras trataba de mantener la compostura. —Está llena de miedo, porque... porque vio cosas horribles. Cosas que la rompieron por dentro.

Bismuto cerró los ojos, el peso de aquellas palabras era abrumador. Era como si Jasmin estuviera sacando a la luz los oscuros rincones de su alma, revelando los fantasmas que la atormentaban. No era sólo el miedo a lo que le había hecho a las chicas, sino el miedo a enfrentar el pasado, a revivir los momentos que la habían llevado a este punto.

—No se siente digna... —continuó Jasmin, susurrando ahora, mientras Bismuto asentía débilmente con la cabeza. —Ella cree que es una cobarde, porque... porque no pudo salvar a Steven... ni a las Crystal Gems. Y ahora, piensa que traicionó a Perla y a todas.

Mary, que seguía abrazada a Bismuto, sintió un nudo en la garganta. No podía imaginar el dolor que Bismuto estaba soportando, pero sabía una cosa con certeza: no podía dejarla sola en ese estado. Apretó su abrazo, tratando de transmitir todo el amor y apoyo que podía a través de ese simple gesto.

Bismuto temblaba, sus sollozos silenciosos sacudían su enorme cuerpo mientras se esforzaba por no caer en el abismo de desesperación que la acechaba. Pero el contacto de Mary, y las palabras de Jasmin, empezaban a hacer una diferencia. No la curaban, pero le daban un pequeño rayo de esperanza, una pequeña chispa de conexión que no había sentido en mucho tiempo.

Finalmente, Jasmin terminó de traducir lo que Bismuto sentía, y en la quietud de las alcantarillas, el peso del momento se hizo palpable. Las chicas no dijeron nada, pero sus corazones estaban con Bismuto. Aunque no podían entender completamente por lo que había pasado, sabían que el miedo la había llevado a traicionarlas, y aunque el dolor era real, también lo era su empatía.

Pero antes de que pudiera procesar todo lo que estaba ocurriendo, la tensión volvió a aumentar. Bismuto, aún temblando, comenzó a levantarse lentamente, como si algo la llamara a moverse. Jasmin y Mary, preocupadas, la observaron en silencio, mientras Aria ladeaba la cabeza, confusa por los movimientos de la gema.

Mientras Bismuto se tambaleaba, sintiendo los pequeños brazos de Mary todavía aferrados a ella, el destino de todas ellas se hacía más incierto con cada segundo que pasaba.

**Continuará...**

Guerra de Cristal - Steven Universe AU Volúmen 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora